viernes, 16 de marzo de 2007

Todo a cien


Quien no conoce un "todo a cien"??? nombre popular con el que ha prevalecido esa pequeña tienda variopinta donde encontramos infinidad de artículos a precios supuestamente económicos. Un pequeño bazar donde nuestras necesidades se entremezclan con esas fantasías y por poco dinero, obtenemos una figura de porcelana china, un pequeño mantel, un soporte para velas, dos bombillas y unas zapatillas para estar en casa... pero ya que estamos, compramos también unas pastillas de jabón de olor, una sartén y las tiritas para reponer el botiquín... y cuando nos acercamos a la caja nos acordamos de las pilas para la radio que compramos allí mismo hace unos días... y de paso un paquete de caramelos de esos que guardan tras los peluches.

Estos bazares, me recuerdan, en alguna medida, a una tienda que de niño existía no muy lejos de casa. "Frutos secos" Esa era su única denominación... una tienda sin nombre, pequeña y con un exiguo escaparate, pero para mis infantiles ojos, una puerta abierta a la fantasía más deseada: pequeños juguetes, cromos, canicas, cuentos, golosinas, petardos, y toda clase se artilugios que no sabría definir ahora. Todo aquello que en aquel momento satisfacía mis necesidades y que inconscientemente me sumergía en otras necesidades desconocidas hasta el momento, y es que sin proponérselo nadie, cualquier novedad se convertía en un deseo de algo que, de improviso, se había hecho imprescindible...

Tardes de interminables conversaciones al ritmo de una bolsa de pipas... pasiones desatadas en el mundo de las canicas... interminables colecciones de cromos donde siempre faltaba uno o dos en concreto, o sueños carentes de fundamento al intentar colorear peonzas o hacer funcionar algún que otro juguete de plástico que por estar carente de instrucciones, había que usar la intuición, el ingenio y sobre todo la curiosidad para intentar comprender que fin tenía y poder presumir orgulloso de una cierta exclusividad al ser "el descubridor"... Todo eso y mucho más, allí estaba... en aquel minúsculo escaparate que, casi a diario, visitábamos al terminar el colegio.

Hoy, poco a cambiado... seguimos reconociendo el local, no por su nombre, si no por lo que es, por lo que tiene... un universo de artilugios de todo tipo que nos hacen crear las mismas necesidades que antaño... un aparato para cerrar botellas de cerveza, un separador de lentejas, un clasificador de pastillas, un revistero plastificado, una caja de colores infinitos, una colección de tazas, un jarrón de tres bocas, un dragón de silicona, un puzzle de cartón, dos docenas de tornillos, un frasquito de esencia, dos tangas por un euro, la última moda en paraguas plegables y una mujer oriental en la caja de cobrar... ¿quien puede resistirse???

1 comentario:

Isabel dijo...

Creo que todos guardamos en nuestro recuerdo alguna pequeña tienda donde tuvimos ocasión de aprender a desear apasionadamente alguna que otra cosa...
Esos oscuros objetos del deseo más infantil... :-)
Que lo pases bien y no gastes mucho; que euro a euro y después...
:-(