domingo, 27 de noviembre de 2011

Anuncios

Hay tantos caminos en la vida que será imposible recorrerlos todos

Ha comenzado a hacer frío por las noches… el otoño ha tardado en llegar pero lo ha hecho con fuerza. Llegan los días de estar en casa, de mirar por la ventana, de sofá, manta y TV… y es aquí cuando de repente todo nos anuncia que se aproxima la Navidad… otro año más ya nos acercamos sin remedio a estas fiestas que unos aman y otros odian… a mí, personalmente, me gustan aunque no sean mis favoritas…

Y sin hacer recuento de los recuerdos que esta época me trae y que ya he ido comentando por ahí, en el pasado, hoy me he dado cuenta de que en muchos aspectos, seguimos siendo conducidos por la sociedad y su publicidad que es políticamente muy correcta… y así en los incontables anuncios que nos recuerdan una y otra vez que las fiestas están ahí mismo, las colonias nos venden todo aquello que tal vez nunca hemos tenido ni que tendremos… éxito, fama, sex appeal, belleza, elegancia… incluso juventud.

No sé si los actores y actrices que hacen estos anuncios son escogidos con sumo cuidado o simplemente el azar se encarga de que sus rostros y sonrisas nos saluden desde el otro lado de la pantalla y traten de convencernos de que usando ese producto, podremos sentir unas sensaciones que no estoy muy seguro de que existan en mi mundo…

Tal vez mi realidad sea muy particular y muy íntima, pero llegando a eso que muchos de nosotros entendemos como edad madura, los valores de las cosas cambian y los de algunas personas también… y los sueños también cambian y las ilusiones y los deseos…

He dejado de soñar con cambiar de trabajo, de casa, de coche para conseguir uno mejor… he dejado de soñar viajes a lugares remotos y con vestir con los mejores trajes de Armani… Ya no deseo ser un conquistador de fama y fortuna ni un play boy que sabe moverse en cualquier situación para seducir a la chica que sale en la película. He dejado de luchar por cambiar todo lo de mi alrededor y ahora sólo me adapto a todo cuanto me rodea… Se acerca la navidad y en estas fiestas que unos odian y otros aman, a mí me gustan por que volverá a juntarse la familia al completo y eso son lujos que cada vez son más valiosos… aunque no se anuncie por jóvenes que nos sonrían ni nos prometan que nuestro mundo será mucho mejor… hay cosas que no se pueden mejorar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Escape

Tiempo es lo único que realmente nos regala la vida y el mayor lujo es saber perderlo

Te miraba desde no muy lejos de la ventana de tu casa y creo que divisé hasta lágrimas cuando te diste cuenta de que me había ido. La casualidad había incidido para que yo diese el paso y ahora te había dejado sola, pero aun así, no pude alejarme mucho antes de volver la vista atrás…

No sé cuánto tiempo llevábamos juntos ya… Sé muy bien que casi te debo toda mi vida, ya que desde el primer día, me cuidaste, me mimaste y aunque tal vez yo no lo supe valorar así, sé que me quisiste y no niego que durante mucho tiempo, aquello me pareció que era todo lo que necesitaba… Apenas me hacía falta preocuparme por nada y tú me sermoneabas haciéndote la enfadada de vez en cuanto, pero yo sé que algunas veces, hasta te gustaba esa situación por que tú, sin rubor alguno, sonreías

Pero por mucho que tú lo intentases, yo me sentí siempre prisionero, encerrado en una jaula… y ahora, he conseguido liberarme.

Es posible que sea para mí mucho más difícil que para ti, pues para mí todo será nuevo y sin embargo, es posible que tú pronto estés con otro… tú no has nacido para estar sola y yo… yo no lo sé, por ello he de intentarlo… por mucho que sea de oro, una jaula siempre es un jaula…

Ahora, que por fin soy libre, deberé aprender a volar… deberé aprender a vivir por mí mismo… pero aún así, jamás te olvidaré… te lo aseguro. Firmado, tu canario que acaba de escaparse.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Quietud

Su magia es tan extraordinaria, que no existe.

Al salir de casa, la calle parecía distinta… las luces de las farolas alumbraban a la nada ya que nada había en movimiento… ni tampoco había sonidos que destacasen… un extraño espectáculo que sucedía, como los eclipses, sólo alguna que otra vez y que me gusta disfrutar… Me dirigí calle arriba casi con vergüenza de haberme entrometido en aquella sensación de calma a la que no estaba acostumbrado y que me hacía sentir como si fuese un intruso… mejor, como un actor que no estaba en la obra que había ensayado…

Supongo que sin contagiarme de prisas ajenas y sin mirar el reloj, mis pasos se fueron haciendo más lentos y casi pesados, y vinieron a mi memoria aquellos tiempos donde la prisa no era más que una palabra que no siempre tenía un significado claro…

Llegaron a mi mente los recuerdos de antaño, donde las distancias no eran grandes y se hacían a pie y con calma… donde los amaneceres carecían de coches pero se llenaban las calles de caballerías y carros de ejes chirriantes… donde la gente se saludaba y paraba para conversar sabiendo que el destino al que iban… donde la comida era simple y bien aprovechada… donde el frío reinaba en las noches de invierno y en la mañana el fuego del hogar se recibía con alborozo y risas… Llegaron a mi mente los recuerdos de las tardes de primavera, sentado en alguna escalera soñando imposibles que se forjaban a la vez que se hablaban y compartían con amigos de la infancia… donde las mujeres secaban una silla a la calle, y cosían al tiempo que hablaban y reían…

Aquellos tiempos donde la vida era dura, pero simple, donde el silencio recorría libre las calles, perseguido, sólo tal vez, por algún can alborotador que a nadie preocupaba… aquellos tiempos donde el reloj se marcaba en el firmamento y el día comenzaba al salir el sol y terminaba justo cuando este se iba… No había prisa, no había extraños, no había ruidos…

Doblé la calle… me encontré con el tráfico, con la gente que precipitadamente se dirigía al trabajo… con el ruido de la ciudad… con extraños de los que nada sabía… Miré atrás… en mi calle se apagaron las farolas justo en ese momento y se quedó a oscuras… allí se quedó el silencio, resguardando mis recuerdos que me esperarán y volverán cuando no tenga prisa…


domingo, 13 de noviembre de 2011

Encuentro

Algunos de los universitarios revolucionaros que protestaron en el ayer, son los patronos explotadores que callan hoy.

Al asomarme a la ventana, pude vislumbrar la silueta de “La Narraja” y efectivamente me vino a la cabeza la gran similitud con un pecho de una mujer… una vertiente suave y redondeada que culminaba en un pequeño altillo de roca a modo de aureola que remataba con otra ligera altura que simulaba un pezón… Recortado entre las sombras de la noche, aquella pequeña montaña era motivo de burlas cuando éramos pequeños. “La teta” siempre había presidido la parte oeste del pueblo y todos los atardeceres era ella quien se ocupaba de guardar el sol

Me dirigí a la ducha y me vestí con calma… había tiempo de sobra… volvía mirar por la ventana y la sombra comenzaba a difuminarse con las luces del día… la silueta negra comenzaba a llenarse de colores bajo el manto de un cielo que comenzaba a clarear…

Cogí el coche y me dirigí al aeropuerto… miré el reloj… aún había tiempo de sobra y el día prometía ser radiante de sol y cálido otoño… El viaje no llegaría a una hora y en aquel tiempo no habría cabida siquiera para enumerar todos los momentos felices que viví con ella… A medida que me acercaba, no podía evitar sentir una sonrisa más amplia en mi rostro y una emoción más desbordante en mi corazón… No sé cuánto tiempo había estado fuera, y tampoco importaba, pues ahora regresaba…

Al entrar en la terminar, miré el tablero de llegadas… puntual… aún quedaba cerca de una hora pero aun así me dirigí directamente a la sala de llegada. La espera fue un trasiego de breves paseos entre la puerta de la sala de llegada y el tablero de llegadas, pendiente si una leyenda de “retrasado” aumentaría más la espera… no, todo estaba bien hasta que unos minutos antes de la hora prevista de la llegada, el tablero mostró la palabra “landed” y como si un mecanismo me hubiese lanzado hacia adelante, fui raudo a la sala de llegadas, clavado ante la puerta… aun tardó en salir, pero sabía que ella ya estaba al otro lado de la puerta…

Comenzaron a salir los primeros viajeros… al poco la vi aun cogiendo las maletas… como si estuviésemos coordinados, también ella giró la cabeza y me miró con esas gafas de cristales azulados que le cubrían sus ojos pardos… sonrió y pareció que el día se volvía aún más radiante y yo, lleno de orgullo y felicidad, casi rompo a llorar en aquel mismo instante… era una mujer admirable… siempre lo había sido, pero ahora, tal vez por que se iba haciendo mayor, lo demostraba de una forma que me enloquecía…

Cogió al fin su maleta y con aire rápido y decidido, aumentando si cabe su sonrisa, se dirigió a la puerta, allí donde yo estaba… deseaba abrazarla más a cada momento… Cruzó la puerta y de ambos corrimos en pos de un abrazo… sabía lo que iba a decirme, conocía de memoria aquellas dos palabras que siempre me repetía, pero que necesitaba en esos momentos… Nos encontramos y como si fuese un colegial, la levanté en volandas y la hice girar una vuelta… ella reía al tiempo que me decía: “hola papá”


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mediciones

¿Y si fuese yo quien tuviese razón???

Fue en el metro… Como siempre, en hora punta, lleno de gente que, cansada y algo somnolienta, ya volvía a su casa. Caras de desidia e indiferencia y la vista perdida entre lecturas y puntos distantes que seguramente, aunque se miraban, no se veían… Paraguas y abrigos ya son compañeros de viaje habituales y el calor que aún existe en los túneles no ayuda a mitigar el olor ya conocido que se genera dentro de los vagones.

De improviso, un olor conocido pero totalmente fuera de lugar, rompió la monotonía del viaje y aunque mis ojos no buscaron su origen, a mi olfato le satisfizo ese olor a naranja… era una naranja que seguramente alguien, en mitad de aquel ordenado caos, comenzó a degustar mientras su aroma impregnaba el vagón y apartaba con descaro y fuerza cualquier otro olor a los que ya casi no prestamos atención.

Fue justo en ese momento cuando pensé que no necesariamente habría de ser una naranja muy grande, pero sí, muy aromática… y pensé que eso sería difícil de medir. Difícil, posiblemente, pero no imposible… estoy convencido de que alguien, en algún sitio, podría determinar cuántas partículas de componentes químicos específicos habría difuminados en aquel enrarecido ambiente donde todos íbamos apiñados… Estoy convencido de que alguien, en algún sitio, podría ser capaz de medir “el olor” de una naranja o de cualquier otro producto… Pensé entonces en la hermosa imagen con la que me regaló el atardecer, cuando el sol cansino se retiraba por entre las montañas, y el cielo repleto de jirones de nubes oscuras, perdió su azul para convertirse en rojo y el espectáculo del atardecer fue la comidilla de todos aquellos que tuvimos la oportunidad y la curiosidad de poder contemplar… Sí, estoy seguro que alguien en algún sitio sería capaz de efectuar una cuadratura del espacio, de consagrar a cada uno de esos puntos, una diferente calidad de los luxes, del fondo de contaminación o no, del grado de humedad existente en ese momento… Es más, estoy seguro que alguien habría que podría hacer comparaciones entre distintos atardeceres y otros más podrían, incluso, determinar en función de esas posibles mediciones, cual es más bello… aquél que tenga más luz, más tiempo, más de esto o menos de lo otro…

Y es que creo que, tenga utilidad práctica o no, en el fondo, casi todo es medible… Si alguien se pusiera a ello, seguramente sabríamos a ciencia exacta cuanta cantidad de agua hay en el planeta, en un río concreto o en un mar específico… cuantas patatas serán cosechadas en tal o cual lugar durante un tiempo determinado y aunque hoy en día el universo se mide en “años luz”, (es decir, mucha mucha mucha distancia) alguien que se ponga a ello, podría decirnos cuantos milímetros exactos mide una galaxia o incluso un conjunto de ellas… eso sí, sería un número bastante exagerado como para poder escribirlo, entenderlo y pronunciarlo… de momento, quedémonos en los años luz para estas cosas.

Así que continuando con la duda, ¿qué es lo que no se puede medir??? Pues sólo se me ocurre que los sentimientos… podemos hablar de que te amo con toda el alma, pero ¿Cuánto mide el alma???... o cuando confirmamos que odiamos con toda nuestro ser… ¿Cuánto de grande será este???

Es curioso… sí, me resulta curioso… podemos medir cuantas lágrimas lloramos, pero no el dolor que las causan… podemos contar los besos que damos, pero no la felicidad que nos proporcionan… pues mejor así, por que como alguien se empeñe en medir y valorar todo aquello que nos hace estremecer por una u otra causa, entonces, tal vez pierda parte de su propia esencia y deje de ser, como el atardecer, o el aroma de una naranja, bello de por sí.