
El viaje fue mucho más largo y pesado de lo que en un principio yo había previsto. El autobús tuvo que hacer alguna parada imprevista debido al mal tiempo y el abundante tráfico terminó de incrementar el retraso, deteniéndose en la terminal pasada ya la 1 de la madrugada. Algo más de tres horas de retraso sobre su horario habitual.
Cansado, hambriento y con frío, me bajé junto con los pocos viajeros que terminamos el largo y penoso viaje, y poco a poco cada uno nos dirigimos a un punto distinto de la terminal. Yo, como era habitual fui a la parada de taxis, pero a esa hora, ya no quedaba ninguno y teniendo en cuenta el próximo autobús no llegaría hasta por la mañana, era mucho más que improbable que llegase alguno.
Ante esta situación, cogí el poco equipaje que tenía y me dirigí caminando al centro de la ciudad. Era tarde y no quería llamar a nadie para no alarmar más de lo necesario. Pese a la falta de cobertura, ya había avisado por el móvil que todo estaba bien y que el único problema es que no sabría cuando llegaría debido al mal tiempo y al tráfico.
Así pues, entre las calles desiertas y apenas iluminadas por la débil luz de las farolas cubiertas por el polvo, barridas por un gélido viento que remoloneaba con algunos copos de nieve, me dirigí calle abajo y a lo lejos descubrí lo que me pareció una figura femenina que se acercaba con premura.
Algo dentro de mí, me decía que esa persona era quien yo esperaba... era quien yo necesitaba. Temeroso y expectante, continúe avanzando y nuestros caminos se hacían coincidentes... yo me acercaba a ella y ella se acercaba a mí... Entre la tenue luz de la noche, iluminada por débiles bombillas y fogonazos de algún escaparate que permanecía iluminado, inundando de espectral luz el entorno, pude distinguir una mujer madura, que no mayor, una mujer segura de sí en su forma de caminar, decidida y firme en su trayectoria, elegante y limpia en el vestir.
Apenas unos metros nos separaban ya y nuestros cuerpos se dirigían el uno contra el otro... Pude apreciar la luz de sus ojos oscuros que, iluminados por la artificial luz de las farolas, acompasaron una cortés sonrisa. Cuando por fin llegamos uno frente a otro, un cortés pero en absoluto frío saludo partió, de su boca sonriente: "Buenas noches" me dijo con suave entonación
Yo, sonriente y aliviado le respondí con igual tono y ante el temor de que no se produjese ninguna otra oportunidad, no dudé en hacerle esa pregunta cuya respuesta necesitaba con suma urgencia:
4 comentarios:
Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia.
un abrazo.
Espero que encontrases tu destino finalmente.
Por cierto, me ha encantado la frase de itoitz.
Saludos!
búho, ¡pero qué productivo estás últimamente! No me da tiempo a seguirte...
A veces, como en tu historia, tenemos la sensación de que el fin de un viaje es el comienzo de otro...
(Por cierto, me encanta Enya :) )
Un beso :)
Espero la continuación...
:)
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