Que sea breve no significa que no sea
intenso.
Aún me acuerdo de tu mirada... de
aquél día que por coincidencias nos sentamos frente a frente en un
vagón de metro en el que no había muchos viajeros.
Ambos íbamos sin prestar atención a
nada ni nadie, y cada uno por su lado, aislado en su propio mundo...
Aislados con los auriculares, escuchando música o cualquier otro
sonido y la vista puesta en la páginas de algún libro... Sí,
aislados de todo cuanto nos rodeaba
Sin embargo, algo pasó... no sabría
decir el qué... tal vez la casualidad, tal vez el destino...
nuestros ojos se encontraron en un momento en que el aislamiento
desapareció... una fugaz mirada que me produjo una extraña
sensación de invadir una intimidad que deseabas conservar...
Desvié la mirada de inmediato y volví
a intentar concentrarme en la lectura... Era imposible, ese brillo de
tus ojos ya había calado dentro de mí y algo que apenas adivinaba
se había avivado dentro... Miré, casi de reojo, más con vergüenza
por no violar tu intimidad, que con timidez por lo que pudieses
pensar... y estabas también pendiente de tu libro... y justo en ese
momento me miraste de nuevo...
No sé cuanto tiempo estuvimos
mirándonos... no fue mucho... unos pocos segundos, pero los
suficientes para leer en tu mirada la tristeza que llevabas en tu
alma, la soledad que te acompañaba en todo momento... aparté la
vista de nuevo
No pude resistir mucho tiempo y volví
a mirarte... tú seguías mirándome, supongo que con curiosidad, con
censura por haber querido entrar en tu intimidad... No pude si no
intentar aguantar tu mirada... descubrí entonces el dolor que tu
mirada reflejaba, descubrí que en tu mundo te faltaban muchas cosas
Quise ayudarte y te lancé un beso con
la palma de tu mano... Aún me duele el bofetón que me diste y
aunque jamás he vuelto a verte, cada vez que cojo el metro confío
en poder coincidir contigo de nuevo para ver si tu tristeza ha
desaparecido ya.
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