
En el recuerdo perdura el pueblo, uno de los pocos que ni han muerto ni agonizan… El pueblo ha crecido pero a los ojos del niño, hoy ya mayor, se ha hecho más pequeño… Paseando por los rincones aún se escuchan los ecos de los amigos gritando entre tropelías y juegos… las sombras de aquellos chiquillos aún corretean entre las calles, otrora sin tráfico, donde la imaginación convertía un palo en espada, en poste de futbol, en varita mágica, en caña de pescar y en todo aquello que la imaginación del momento demandaba…
No hay referencias que indiquen donde estamos, pero nadie se pierde en el pueblo… todos nos conocemos… perdón, todos nos conocíamos… las calles no tienen nombre, o tal vez sí pero yo no las conozco, pero las casas siempre han tenido habitantes… y todos sabíamos donde vivía cada uno de ellos…
Hoy, algunas casas ya no están… otras amenazan ruina y otras están irreconocibles por el abandono y la desidia… “Mea culpa” cuando vi la fábrica abandona de piensos con todas las cristaleras rotas… algunos de esos cristales los rompí yo… ¿por qué??? me pregunto ahora… tal vez por la rebeldía, o tal vez por que sabíamos que era algo que por mucho que nuestros padres nos dijesen que no deberíamos hacerlo, ellos también lo hicieron… sí, también yo le dije a mis hijos que no debían hacerlo… ellos no lo hicieron… no tuvieron esa posibilidad…
En las afueras, las huertas y terrenos de escasos pastos, se han quedado yermos tras un obligado barbecho… y el trabajo duro y agotador, no se ha traslado de padres a hijos, si no que con estos, emigró a la ciudad en busca de mejor oportunidad…
Ahora, cuando nos hemos consagrado cómo urbanitas consolidados, retomamos la mirada atrás, y miramos con júbilo el calendario sabiendo que pronto podremos volver al pueblo y a todo lo que allí nos espera… una excelente parte de nuestra vida.