Si hasta la vida perdemos, tal vez lo único nuestro realmente sean los sueños…
Ladrones... devolvedme la cordura que en cada noche estrellada me arrancaís del mundo de los sueños para hacerme despertar... devolvedme la ilusión que guardo en cada uno de mis recuerdos para sentir la esperanza de que todo puede ser igual... devolvedme la imagen de una sonrisa que se perdió entre la cortina salada de mis lágrimas... devolvedme los ecos de suaves de las palabras cargadas de cariño que son cantadas al oído cuando la soledad medra entre mis desdichas.... devolvedme el sabor de los besos infinitos regalados al alba de cada día con el mejor de los deseos.... devolvedme el palpitar nervioso de la hora de un encuentro tras eternas e impacientes esperas... devolvedme la excitación de sentir las caricias que hacen estremecer más mi alma que mi piel... devolvedme el brillo de unos ojos que me guían como un faro cuando yo miraba perdido sin saber donde ir... ladrones... quedaos si lo deseais con mi vida, pero… devolvedme mis sueños...
La riqueza no consiste en poseer mucho, si no en disfrutar lo que se posee
El aroma del limonero aún desparrama su fragancia entre los rayos de sol que, a última hora de la tarde, juegan a colarse entre sus hojas frescas, y se proyectan como puntos de luz en el suelo de un suave jardín donde una pareja, en esa sombra entrevelada, descansa, habla y sueña con amapolas blancas y su inimitable aroma…
No solemos conseguir todo lo que queremos, pero sí queremos todo lo que conseguimos.
Llegaba con el tiempo justo a la estación de trenes… El viaje en tren, por muy modernos que estos fueran, siempre son especiales, pues siempre me traen a la memoria aquellos viajes de antaño, en la misma estación, donde la gente llegaba con maletas de cartón atadas con cuerdas y repletas más de ilusión y sueños que de de cualquier otra cosa… o cuando regresaban, con la misma maleta, prácticamente vacía y con algo de decepción y dolor… un punto de inflexión en la historia de tantas y tantas personas…
El viaje en tren, nunca ha dejado de ser mágico… horarios rígidos en la partida y no tanto en la llegada… paisajes que se mueven tras las ventanillas… horas de incomodidad en un asiento rígido… compañeros silenciosos e indiferentes… No, antes los compañeros no eran así… conversaban, compartían lo mucho o lo poco que guardaban en el equipaje… prácticamente todo… pero lo demás, casi no ha variado.
Compré el billete y recorrí los andenes buscando mi tren… la hora se acercaba y el tren, saldría, como siempre, puntual… busqué el andén… el tiempo de la partida estaba rozando ya el segundero… corrí…
El tren estaba montado y los motores provocaban un cierto temblar en toda la estructura del largo convoy… desde fuera, se podía ver a los pasajeros que se asomaban a las ventanillas como en un último intento de recordar dónde estaban… cómo si la despedida no fuese con las personas si no de mucho más….
Por fin encontré mi vagón… entré un tanto precipitadamente empujado por la prisa y comencé a mirar, al igual que el resto, por las ventanillas… todo lo que me era conocido, quedaría atrás…
Me senté en mi asiento y cerré los ojos para descansar… alguien me preguntó: “¿Dónde se dirige???”. No pude por menos que sonreír… “al mismo sitio que usted… a vivir”
Se habían amado con la intensidad de la juventud y con la calma de la experiencia… llevaban mucho tiempo juntos y cada vez era un auténtico descubrimiento
Sus cuerpos, cansados, sudorosos y satisfechos, yacían desnudos sobre las sábanas arrugadas que intentaban mantener el pudor de cubrir el colchón. Él se fijó una vez más en el tatuaje de ella que conocía en profundidad. Arrancaba desde su pecho izquierdo, rodeando con una suave línea el pezón que aún seguía erecto y orgulloso, aunque fuese pequeño. Subía ligeramente y bajaba entre los senos descubriendo serpenteantes giros por su estómago hasta desparecer por sus ingles, aunque sabía perfectamente que continuaba por la nalga derecha y dando extraños giros iba a terminar en una compleja espiral en el centro de su espalda.
El tatuaje era un conjunto de variopintas marcas, líneas, figuras que difícilmente podrían catalogarse de geométricas pese a la sincronía que manifestaban, otras que se asimilaban a ornamentos florales, elementos clásicos, tal vez basados en arte griego, y todo ello rematado con diminutas cabezas de animales fantásticos…
Hace tiempo le preguntó qué era todo aquel loco amasijo de figuras aparentemente colocadas sin sentido y que habían ido cogiendo forma en su piel… “mi vida” contestó ella… No insistió, pero le fascinaba pasar sus dedos por los contornos de aquel tatuaje. A él le excitaba recorrer una y otra vez la piel marcada con aquellos dibujos, símbolos y líneas que no comprendía… no era la sensación de acariciar su cuerpo, si no de acariciar “su vida” lo que le producía aquel extraño estado de euforia y excitación… a ella le gustaba sentir los dedos acariciar su piel, como si remarcara más aún esos dibujos… el placer que sentía cuando los dedos acariciaban de forma casi etérea su piel, o cuando apretaban como si quisiese que la tinta entrase más dentro aún… le satisfacía que él recorriera, sin preguntar, “su vida”
“Mañana iré al tatuador” “Entonces… ¿hemos terminado???” “Sí. Mi vida debe seguir, no quiero que se detenga”
En la base de la más alta montaña, siempre encontraremos un pequeño grano de arena.
La noche caía lentamente y el cielo nacarado se dejaba conquistar por la oscuridad. Ella llegó a casa cansada y con un fuerte dolor de cabeza. El día había sido duro y largo y el trabajo le había dejado un cansancio intenso, como pasaba casi a diario durante las últimas semanas. En su mente, sólo quedaban los restos de los últimos problemas que, a su pesar, aún se tenía que llevar a casa por que las horas del día se hacían cortas, y en sus sueños, llegar pronto, quitarse los zapatos, darse un tibio baño y dormir el máximo de horas que fuese posible.
Él la esperaba dentro… ya había acostado al niño y había preparado la cena, e incluso había adornado la mesa con flores y velas para que aquella velada fuese especial. Sabía del esfuerzo de ella en el trabajo y a pesar de que muchas veces era incapaz de entenderla, sabía que ella era sí… decidida, tenaz, impetuosa, responsable, dulce… y hermosa, muy hermosa…
Bajó la intensidad de la luz y puso algo de suave música de orquesta que anulase el lejano zumbido de la ciudad.
Ella, sorprendida por la presentación, le preguntó qué es lo que ocurría, si estaban celebrando algo especial y el, dándole un suave beso en los labios, le susurró al oído: “sí… que te quiero mucho”. Ambos se fundieron en un abrazo…
El héroe no lo es por que vence a los dragones, si no a su propio miedo.
Fue hace ya tiempo, en la época en que las sirenas aún visitaban las playas y los dragones no habían sucumbido a los caballeros.
El albatros se sentía seguro en las rocas del acantilado donde difícilmente llegarían sus depredadores. Desde allí le gustaba contemplar los atardeceres donde, ya con el apetito saciado y presto a descansar, se sentía feliz.
Una noche de luna llena, advirtió en una playa cercana algo que le llamó la atención y no pudiendo resistir la tentación, voló en la oscuridad hasta la playa, y allí descubrió, para su sorpresa, a una sirena llorando.
Intrigado, sorprendido y enternecido por sus lágrimas, le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que por que su condición de sirena, no se sentía libre, pues por mucho que lo intentase, no podía ver la todas las maravillas que había en la tierra… El albatros, incapaz de verla llorar, comenzó a describirle cada uno de los parajes que había ido sobrevolando todos los días, y mientras, la sirena le contaba cómo eran los rincones más bellos del fondo del mar y esas otras playas que ella conocía y que estaban llenas de tesoros que esos extraños humanos eran incapaces de valorar.
Cada noche, durante años, el albatros y la sirena se encontraban en la playa y se contaban lo que habían visto… y luego contaban las estrellas, o los granos de arena de la playa o las gotas de agua que hay en el mar… día tras día, hasta el amanecer que la sirena volvía a las profundidades y ambos se complementaban de tal forma que parecía que, pese a lo que hoy podemos pensar que es inimaginable, era como si ambos fuesen sólo uno que lo tenía todo de los dos.
Un día, el albatros acudió a la playa pero esta estaba desierta. Esperó y esperó hasta el amanecer, pero la sirena no acudió. Noche tras noche, el albatros volvía a la playa sin saber por que la sirena no llegaba… le preguntó a las estrellas, a los granos de arena de la playa, a las gotas de agua del mar, a los pececillos que dejaron de temerle, a las orgullosas gaviotas… hasta que una noche, la espuma de las olas le comentaron que la habían visto en otra playa, pero en la oscuridad, no sabían en cual.
Desde entonces, el albatros surca las orillas de los mares desde lo alto, mirando cada uno de los rincones de las playas esperando, sin conseguirlo, encontrar a la sirena… a su sirena.
El lobo sólo hace lo que debe, es el hombre quien dice que no es bueno lo que hace.
Todos sabemos más o menos lo que representa un metro, un kilo, o una hora… el hombre se empeña en querer medir todo para poder hacerse una idea de su importancia en el universo… hablamos de grandes o pequeñas distancias, de grandes o pequeños volúmenes y de grandes o minúsculos espacios de tiempo… pero cómo medimos al hombre???
Naturalmente no me estoy refiriendo a su tamaño que camba en función de cada persona… altos, bajos, gruesos, delgados… cada persona… un mundo… sí… Cómo se medirán los sentimientos de cada persona??? cuánto odio puede tener una persona??? cuánto amor puede dar una persona??? cuanta amistad contiene una persona??? No sabría decirlo… para eso no encuentro referencias y no creo que nadie pueda hacer una aproximación… tan sólo puedo hacerme una idea de lo que yo siento, y aún así, es posible que difiera mucho (y no digo en más o en menos) de lo que puedan sentir los demás.
Al igual que me pregunto si el mismo tono que yo veo el azul del cielo con mis ojos, lo pueden percibir los demás exactamente igual… o si la música que yo escucho a los demás les suena exactamente igual… No, no lo creo… seguro que hay minúsculos matices de color o timbre que les hace distintos…
De igual forma, el odio, la envida, la amistad, el amor… todo tiene un valor distinto en cada persona… y el dolor, ese maldito dolor que nos ocasiona la pérdida de alguien a quien queremos, tampoco se puede medir… Hay quienes ante una infidelidad, rompen sistemáticamente una pareja, y hay quien la perdona… e incluso hay quien mira hacia otro lado y calla… pero está claro que todos, en mayor o menor medida, sufren… ¿Cuánto sufre cada uno??? mucho, estoy completamente seguro que mucho… tal vez todo cuanto puedan, pero es posible que no por igual…
Hoy, en esta noche de canícula e insomnio, sólo la soledad me acompaña y busco en los rincones, una vez más, los recuerdos de un pasado caduco y obsoleto… aquel pasado donde conocía a las personas… sí, conocerlas desde dentro hacía afuera… conocer sus inquietudes, sus secretos, sus tristezas, sus alegrías… No he sabido medirlas y hoy, no sé cuan de grandes o pequeños son sus sentimientos… sólo tengo la referencia de los míos… pocos ya sin duda… muertos muchos en crueles y absurdas batallas por intentar recuperar un terreno que fue cedido, que fue arrebatado, que fue abandonado, que fue conquistado y ahora ondean extraños pabellones... pérdidas que no muchas veces no sé si fueron tales, por que sólo se pierde lo que se tuvo, y a las personas... no, a las personas, no se las tiene... sólo están ahí o no lo están, sólo eso...
Corazones con coraza y almas opacas… no son compañeros de viaje que deseo… tal vez por ello hoy camino solo… no, solo no… la soledad me acompaña y me dicta al oído estas palabras mientras secretas lágrimas recorren mi alma por el dolor de la pérdida…
Me quedaran, como siempre, mis imborrables recuerdos, sonidos de risas, brillos de ojos, abrazos intensos… sólo recuerdos de tiempos distintos, mejores, sin duda… hasta que el dolor desaparezca y el alma se serene… hasta que las lágrimas cesen y nuevamente encuentre un motivo para sonreír…
Sí, el lobo, al fin y al cabo hace lo que debe hacer… es el hombre quien se empeña una y otra vez en decir lo que está bien y lo que está mal… tal vez sea el hombre quien esté equivocado.