Un río seco, ya no es un río… pero pueden volver las lluviasUna de las cosas que más me gusta contemplar en la época de estío, son las fuentes. No sólo es una invitación provocativa para refrescarse (a pesar de que suele estar prohibido) si no que además, es un descanso para la vista por su espectacularidad, para el oído, por el crepitar del agua cuando cae, para el olfato, cuando ese aroma de humedad rompe el monótono olor de la ciudad, para el tacto, cuando nos llega esa ligerísima bruma que escapa y alcanza nuestra piel y por supuesto, para el gusto, cuando aquellas de las que podemos beber, refrescan nuestra garganta y nos dan ese necesario respiro para continuar camino
De todos es conocido que antaño las fuentes eran necesarias para la vida de las ciudades, villas y aldeas, y eran los únicos lugares donde se podía recoger el líquido elemento y donde abrevaban los animales. Hoy, afortunadamente, continúan estando ahí llenando algunos huecos de una variopinta belleza que con el calor, resulta mucho más intensa…
No creo que nadie pueda imaginar una ciudad sin fuentes, y no creo que nadie pueda disfrutar de una fuente cuando esta está seca… por muy sencilla que sea…
Sigo sorprendiéndome de esas cosas pequeñas y simples que resultan ser tan importantes cuando reparamos en ellas… que no siempre es así.




