La ciudad comienza, perezosamente, a despertar y sus ciudadanos aprovechan los últimos segundos de la noche para disfrutar de la cama lo más que pueden… Las prisas se apoderan de todos y las calles se van llenando de personas y vehículos que nada más comenzar el día, ya llegan tarde… prisas y carreras no son indiferentes en el metro y mientras los trenes hacen su recorrido con la conocida parsimonia, la gente se mueve entre los pasajeros intentando alcanzar la puerta que más cerca les dejará de su salida…
El tren se detiene y las puertas se abren… los que están dentro luchan por salir, sorteando a los que se quedan en el interior. Los de fuera pugnan por entrar cuanto antes para conseguir aquel asiento que nadie ha visto… empujones en las puertas recién abiertas… discusiones…
Los primeros pasos en el andén se transforman en carreras en algunos casos, y en los vomitorios se aglutinan cientos de personas que esperan sin mucha paciencia, un hueco en las escaleras mecánicas… nuevamente empujones, alguna discusión, y excepcionalmente, algún que otro golpe… Por fin, nuestros pies se aposentan en el metálico escalón que nos eleva al siguiente nivel sin mayor interés… Algo ocurre arriba… gritos… movimiento de gente… caídas… alguien cae y el efecto dominó hace caer a varias más… más gritos… las escaleras siguen su monótono movimiento de ascenso… Alguien grita de arriba que no suban por las escaleras mecánicas… La prisa ha dejado de existir y las cabezas se estiran todo lo que pueden para intentar ver qué ocurre…
Llegamos al descansillo y un hombre está tumbado en el suelo… a su lado un pequeño charco de sangre… las escaleras no se han detenido y la gente sigue subiendo… deben saltar sobre él para no pisarlo… seguro que alguien ya ha puesto sus pies sobre el cuerpo inerte… Se forma un corrillo… sólo una persona está con él, intentando que no lo pisen… dos personas más sentadas en el suelo, no muy lejos… un gran círculo de personas se va formando alrededor sin hacer otra cosa que comentar y mirar con esa morbosidad innata que es lo que ha pasado…
Las escaleras se detienen y los empleados llegan… los vigilantes los siguen e intentan poner orden despejando el círculo de curiosos… la gente comienza a moverse lentamente y muy pocos son los que se quedan mirando… comentarios entre desconocidos… consejos que ya de nada sirven… quejas calladas y protestas silenciosas… Miro atrás… el hombre sigue inmóvil y el charco de sangre se ha hecho mayor… los empleados del metro hablan por las radios… impiden bajar por las otras escaleras… cambiarán el sentido seguramente… los vigilantes intentan dar algo de intimidad a aquella persona y las otras personas, aún sentadas, son acompañadas… un accidente…
Lentamente, el mundo retoma su camino… en todas las cabezas está la imagen del herido, tumbado inconsciente, sangrando…
Recuerdo que siendo niño ponía una serie de condicionantes a sucesos fortuitos, confiando en que su acierto o no, sirviese para confirmarme si aquello que deseaba podría resultar factible, del tipo “Si el próximo coche que pase es rojo, pasaré el examen de mates”. Ni que decir tiene que pasaban coches de todos los colores menos el rojo y gracias a ello tenía que estudiar, aunque no siempre eso garantizaba el éxito en el examen.
Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que aún hoy en día, muchas personas necesitan confiar en ese condicionante para conocer lo que el futuro le depara, y acuden a echadores de carta, quirománticos, magos y chamanes de todo tipo con el esperanza de que ese futuro incierto se adapte a sus deseos, cambiando el tenue equilibrio del universo para que se adapte a sus necesidades.
Pero aún así, hay quienes siendo más modestos, sólo pretenden cambiar el destino de una persona y sin ser conscientes en la mayoría de las ocasiones, siguen acudiendo a esos condicionantes con el fin de asegurarse el paso a seguir y que este no sea un error… y de esta guisa, solemos decir con más frecuencia de la que deberíamos “Si me quieres, haz esto o aquello” , o ese jefe que nos recuerda “Si sabes lo que te conviene, haz esto o aquello” o incluso a nuestros propios hijos “Si estudias, te doy esto o aquello”…
Tal vez sea una forma de apostar contra el destino, que sin ser rígido, si es siempre desconocido y algunas veces nos niega nuestros propios deseos, y es ahí cuando intentamos burlarle con esos condicionantes, como si pudiésemos romper ese equilibrio no escrito, pero que se está escribiendo a cada instante… “si pasa un coche rojo, volverá a enamorarse de mí”
En la misión del “Apolo 13”, el astronauta Jack Swigert, dijo la ya famosa frase: “Houston, tenemos un problema”. Desde ese momento, un amplio dispositivo humano y material se puso a trabajar para resolverlo…
Hoy, he ido a mi banco y les he dicho lo mismo: “D. Julián, tengo un problema”. Su respuesta ha sido tajante: “Espero que no afecte a sus obligaciones de pago”…. ¿Y qué otro problema puedo tener para acudir a un banco???
Mario despertó un día y se puso a reflexionar donde estaban aquellas mariposas que antaño revoloteaban por su estómago cada vez que sentía cerca a María… Poco a poco, aquel ejército de mariposas habían ido escapándose por los poros de la rutina y los ensueños que provocaban los encuentros, para asentarse en una rutina inesperada…
Los problemas económicos habían absorbido a aquellas noches de romanticismo contando estrellas al aroma de una copa de vino… El tiempo dedicado al trabajo se tornó insuficiente para seguir con esos largos paseos huecos de palabras pero repletos de amor… y sin saber cómo, a esa pareja de constante felicidad y pasión se le anexaron hijos, hermanos, progenitores y amigos…
Quien no conoce el cuento de "El patito feo" que presa de las burlas de quienes estaban cerca de él, terminó siendo un hermoso y envidiado cisne??? Curiosamente, el patito feo es victima de la sociedad que le exige una imagen que, evidentemente, no ha conseguido... y la su venganza es, como en todo cuento que se precie, conseguir dar envidia a quienes se burlaron de él y en un silencio de autosuficiencia y mirada vengativa, forjar dentro de su ser una vengativa sonrisa mientras en su cerebro resuena "ahora os jodeis"
La vida real es así, pero sólo en la primera parte... miles de "patitos feos" por una u otra causa, son objetivo de las burlas, de una sociedad que insiste una y otra vez en negarnos esa equidad que parece que no logramos obtener...
Mario y María pensaron tiempo atrás que su vida sería maravillosa y perfecta y así comenzaron a caminar hacia un destino idealizado… Hoy, Mario, despedido de su trabajo de siempre, ha encontrado empleo en un bar que le ha permitido, al menos de momento, esquivar el paro, pese a que seguía agobiado por una hipoteca que amenaza con privarle de su vivienda que tanto esfuerzo le ha costado… A María le han cambiado la jornada y además han alejado su empresa del centro, donde estaba muy bien comunicado y ahora el poco tiempo que tiene libre lo dedica a leer libros entre el metro y los autobuses, o mientras toma algo en su largo rato de descanso para almorzar, insuficiente en cualquier caso para poder acercarse a casa…
Mario miró a María y sonrió en silencio… le dio un beso y miró con tristeza y nostalgia como se cerraba la puerta tras de si… sin saber cómo, tomó conciencia de que ahora estaba compartiendo su vida con la sombra de quien fue el gran amor de su vida y que apenas mantienen nada en común…
Las mariposas de su estómago habían muerto definitivamente…
Seguramente, dentro de esas tradiciones de lo que se ha dado en llamar “la España profunda”, existe una peculiar en Madrid, donde cada viernes, y sobre todo, el primer viernes de marzo, católicos creyentes y seguramente practicantes, se acercan hasta el famoso Cristo de Medinaceli, en su basílica no muy lejos del Congreso de los Diputados.
Una fila, casi eterna, de personas no muy jóvenes ya, se pasan largas horas y es una expresión literal, bajo una climatología que suele ser caprichosa y no siempre benevolente, y que llegan con una inmensa devoción a besar los pies de la figura.
Cuenta la tradición que hay que pedir tres deseos para que al menos uno se cumpla... pero curiosamente, la mayoría de aquellas personas no van por ellas, si no que sus peticiones se apoyan la mayoría de las veces, en los demás… salud para su hijos, trabajo para su pareja… y tal vez, alguno de ellos, acudan sólo para agradecer algún favor concedido…
Esta tradición, aparada en la fe católica, a pesar de que se ha cebado en el culto a una figura concreta, no debe sorprender a quienes profesan cualquier tipo de religión ya que con independencia del dios en el que se crea, en todas ellas hay rituales variopintos que bien para contentar a ese dios, bien para pedirle favores, o bien para agradecérselos, la gran mayoría conocemos celebraciones que a pesar de que no entendamos, solemos respetar (o al menos, así debería ser)
Todo esto, viene a cuento de que no hace muchos días, comentaba con alguien sobre una serie de TV que llegué a ver hace ya años: “Kung Fu”, interpretada por un casi desconocido David Carradine. Aquella serie, me descubrió que los valores éticos y morales, no se basaban en una religión concreta, si no en la convicción de los valores que nos aporta… Dicen que la fe mueve montañas, y que todos nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena…
Todo esto viene a cuento por que hoy en día no sé si estamos perdiendo los valores éticos que una sociedad aconfesional se empeña en mantener al margen de la propia ley… Ignoro si los valores que podemos dar a nuestros jóvenes sobre la violencia, son aquellos que nosotros teníamos antaño, basados, también es cierto en algo de miedo, al castigo físico cuando éramos más pequeños o con el infierno cuando éramos mayores…
No sé muy bien que valores puede tener un joven que al discutir con su madre, esta le da un bofetón y por ese acto, ha de estar unos días en la cárcel… ignoro qué valores pueden adquirir nuestros jóvenes que se relajan en sus estudios, hacen novillos, cometen pequeños hurtos para mantener sus cada día más amplias necesidades y son los padres quienes han de responder a la justicia por que ellos son menores de edad
Reconozco que me he criado rodeado y educado en una fe que ahora tal vez no me convence, y no he sido ni ortodoxo ni practicante, ni tampoco he aceptado las normas dividas impuestas por los hombres, pero las bases de esa creencia, me ha dejado unos pilares morales que han ido forjando mis valores básicos de lo que yo entiendo como valores mínimos que permiten distinguir lo que está bien y lo que está mal, y a pesar de que no coincidamos en algunos límites de lo es ello, creo que los valores básicos de la convivencia, el respeto y la igualdad, están ahí, aún escondidos…