Algo que la mercadotecnia tiene claro, es que cualquier consumidor no se resiste al estímulo de la mágica palabra “gratis”. Quiero imaginar que la gran mayoría de nosotros, somos totalmente incapaces de pasar de largo cuando alguien nos ofrece algo completamente gratis, sea lo que sea… quiero imaginar un gran expositor de cajas, con un letrero: “Gratis. Coja una” y aún sin saber qué es lo que contiene o que utilidad vamos a darle, casi sin dudar cogeremos una, o dos, o incluso más, pese a los pocos días termine en la basura… y aún así, la próxima vez que nos suceda, volveremos a dejarnos seducir por la magia de la gratuidad y volveremos a coger una caja por que siguen siendo gratis.Sin embargo, con el paso del tiempo, aquello que es gratuito, pero que a la vez se hace rutinario, pierde el interés y se convierte en algo tan asimilado que no le damos ninguna importancia…
En el escaparate de una sala de urgencias médicas, donde la confianza se deposita en las manos de los profesionales que allí están, hay algo que aún siendo totalmente gratuito, es lo más valorado por quienes esperan durante las largas horas de impotencia… la esperanza de que todo salga bien por enésima vez, que una sonrisa acompañe a las palabras y que un simple abrazo alivia el alma de los que están sanos…
Tal vez sea esta la más cercana expresión de la gratuidad que no se encuentra fácilmente, por que la hemos hecho tan insignificante o por el contrario, tan íntima, que ha perdido su gratuidad fuera de ese pequeño círculo de conocimos del que nos da, en ocasiones, miedo salir.
Qué extraño valor damos a las cosas, que no sabemos valorar de un beso, por que es, simplemente, gratis





