viernes, 22 de agosto de 2008

Independencia



Para ser realmente libre e independiente, no debería haber nadie más en el mundo.

jueves, 21 de agosto de 2008

Azar

Una de mis frases favoritas, es la que hizo famosa Ortega y Gasset: “Yo, soy yo y mis circunstancias”. Es evidente que las circunstancias son muchas y diversas y unas nos vienen impuestas desde el nacimiento, ya que no es lo mismo nacer en Suecia que en Sudán, o ser hijo de campesino o de magnate de un gran emporio empresarial. No, no es lo mismo nacer hombre que mujer, ni es lo mismo tener un trabajo aquí o allá, comprar un piso o un chalet… Todos estamos condenados por nuestras circunstancias, bien por que las hayamos encontrado, o bien por que las hayamos escogido.

Y de forma sibilina, sin timidez ninguna, pero con recato, bailando sin ritmo junto a nosotros, silbando a veces en nuestros oídos, la muerte, tal vez el mayor misterio de la vida, nos mira sonriente desde su pedestal, y se dedica a jugar con nosotros, que temerosos en la mayoría de las ocasiones, intentamos huir de su compañía, mientras que su cruel aliado, el tiempo, nos empuja de forma irremediable hacia sus brazos…

Más de ciento cincuenta personas han fallecido en un terrible accidente en el aeropuerto de Madrid… La cifra, como siempre ocurre, impresiona, mas, si atendemos a las estadísticas, muchas más personas fallecen semanalmente en circunstancias fortuitas… Tráfico, trabajo, hogares… un tremendo goteo de accidentes que sesgas vidas, y dejan dolor entre quienes han de seguir lidiando, precisamente, con la muerte…

No trato de quitar importancia al suceso, ni mucho menos, si no que le añado el de el resto de anónimos fallecidos en el desesperado intento de huir de sus circunstancias… Hay quien dice que cuando llega nuestra hora, llega… hay quien achaca todo a la mala suerte, y la persona, temerosa de su destino a cruzarse con las tijeras de Átropos, se dedica mediante supercherías, tarot, quiromancia, astrología y otras artes similares, a poner freno a las desdichas humanas, o, al menos, a las que nos afectan a nosotros…

El destino, sin embargo, es traicionero, caprichoso… circunstancial

Cuando, caminando por una calle, llegamos su final y este se produce en otra calle que es perpendicular a la nuestra, sólo podemos optar por tomar una de las dos direcciones… y siempre pensaremos tomar la correcta. Y si las cosas nos salen medianamente bien, diremos que hemos acertado, y si nos salen medianamente mal, diremos que hemos tenido mala suerte. Nunca, por que creo que así es el género humano, nos plantearemos que si hubiésemos ido por la otra calle, aunque estemos bien, nos podía ir mejor, o que si no era eso lo que deseábamos, podríamos haber encontrado algo aún peor…

Un billete de avión que se cambia en la última hora… parar a tomar un café en el camino… descansar un momento en el turno del trabajo para no perder la concentración… La vida, también la vida, depende muchas veces, del azar… depende de las circunstancias y los accidentes, no son, si no un simple aliado de la parca…

Ojalá que vuelva a pasar mucho tiempo hasta que otra desgracia sea parte de nuestras vidas.

domingo, 17 de agosto de 2008

Morir


Si morir es lo contrario de vivir... cuantas veces he muerto!!!

jueves, 14 de agosto de 2008

Control

Reflexionando sobre mi anterior entrada de la venganza, creo que todos (y permitidme si generalizo cuando en realidad estoy usando un punto de vista totalmente personal y privado) hemos experimentado en nuestro ser ,aquellos sentimientos que entendemos que son "negativos", ya que todos conocemos lo que son... la ira, la envida, la codicia, el odio, los celos, la avaricia... tantos y tantos sentimientos de los que deseamos desprendernos sin poder, muchas veces, conseguirlo.

Es por ello que creo que los sentimientos "negativos" podemos intentar (a pesar de que algunas veces sin mucho éxito) manipularlos, moldearlos, destruirlos, no hacerlos caso... podemos, o intentamos sobreponernos a ellos...

Un sentimiento es algo tan personal que no tiene medida... todos sabemos lo que es el odio, pero lo que no sabemos es cuanto se puede odiar... También, un sentimiento, en muchas ocasiones va ligado a una persona... tenemos envidia del vecino, queremos vengarnos de un compañero, estamos irritado por que un conductor hizo algo indebido... sí, este tipo de sentimientos raramente aparecen por sí mismos, si no que suelen llegar por mediación de una persona...

Es entonces, cuando toda la humanidad de la podemos hacer gala, surge en nuestra defensa y luchamos para desterrar y arrinconar a esos sentimientos negativos, por que no es lo que deseamos… Así pues, intentamos desprendernos de esos sentimientos que, siendo humanos como ya cité, no nos parecen buenos, y por lo general, somos capaces, si nos lo proponemos, de dejar atrás esas desagradables sensaciones y continuar con lo mejor de nosotros mismos.

Pero la duda me surge cuando pienso que si somos capaces de dominar un sentimiento negativo, ¿por qué no vamos a dominar uno positivo??? Por qué nos empeñamos entonces en esperar a que nos llegue el sentimiento del amor, de la amistad, de la bondad, de la paz??? Si podemos dominar los malos, ¿por qué no dominar los buenos???. O es que en realidad no sabemos dominar ninguno y sólo negamos lo que socialmente se considera como malo y publicitamos lo que se considero correcto y positivo???

Dos caras de una misma moneda… la humanidad personal de cada uno… Nadie ama u odia en la misma medida, pero no entiendo como, por ejemplo, una pareja que se amó, termina odiándose en su separación… y se vivimos, aunque muchas veces lo neguemos, con odio, con rencor, con envida, con ira, con frustraciones… vivimos, tantas y tantas veces, con dolor…

En fin, meditaciones de una tarde de verano… tal vez debería haber ido al cine…

martes, 12 de agosto de 2008

Invisibilidad



Dicen que han inventado un producto que hace a las cosas invisibles... no sé si creerlo, por que yo, NO PUEDO VERLO!!!


sábado, 9 de agosto de 2008

Venganza

La mayoría de las veces, justifico mis acciones y omisiones, con la generalización de que “es lo que todo el mundo hace”

Creo, sinceramente, que algunos sentimientos están tan íntimamente ligados al ser humano, que, precisamente, es lo que nos hace humanos.

La venganza, un sentimiento de esos que no nos gusta mantener como si de una tormenta de nieve y viento fuese en una noche de frío invierno, pero que algunas veces, nos recorre el interior deseando poner fin y salir victoriosos de esa sensación que nos ha producido un cierto ridículo, un cierto bochorno o que simplemente, ha dejado al descubierto nuestra debilidad humana y nos saca los colores al colocarnos en la evidencia de nuestro error (“errare humanum est”) y pese a todo, incluso de forma velada, en el refranero castellano, se nos incita de alguna manera, a mantener esa venganza, o al menos la justifica: “arrieros somos, y en el camino nos encontraremos”, “a quien hierro mata, a hierro muere”, “quien ríe el último, ríe mejor”, “a todo cerdo, le llega su San Martín”, o el más popular de “ojo por ojo…” (a pesar de que este último es el código de Hamurabi, suele mantener toda su vigencia) y no entro en mayores polémicas que justifiquen (que seguro que excusas y motivos encontraremos por doquier)

Hoy, quiero contar una historia que ocurrió, según parece, en Paris hace algo más cien años. El protagonista, al que las crónicas de la época le conferían el nombre de Aniceto, era un hombre afable, trabajador, noble y sin él saberlo, muy romántico. A principios del siglo pasado, aconsejado por un familiar, y movido por el afán de conocer un mundo totalmente distinto, y dicho sea de paso, se abandonar las miserias que la vida le confirió en ese extraño reparto de destinos, tomó sus pocas pertenencias y despidiéndose de sus padres y hermanos, dejó su Castilla natal para dirigirse a Paris.

En París, una ciudad que crecía de forma extraordinaria en aquella época, cualquier persona trabajadora podría encontrar un porvenir y allí se juntaban personas de casi cualquier punto conocido del mundo civilizado. Aniceto pronto encontró trabajo en la construcción y al cabo de dos años, se había forjado una reputación como profesional de buena calidad, lo que llevó a entrar en el grupo de trabajo de la catedral. Allí, se habían descubierto catacumbas y varios soterrados más que estaban siendo restaurados al paso que los científicos se dedicaban al estudio de aquellas construcciones, y por ello se había puesto especial cuidado en escoger a los mejores profesionales y Aniceto estaba entre ellos.

Al poco de comenzar a trabajar en la zona catedralicia, conoció a Justine, una bella tabernera de la que quedó prendado y a la que a la que intentaba enamorar, pero Justine tenía unas miras más amplias y para ella, Aniceto, no era si no un buen amigo en quien podía confiar y con quien compartía muchas risas, mucho vino y alguna noche… ella estaba, en secreto, enamorada de un descocido joven que, en un ambiente bohemio, intentaba forjarse nombre y porvenir, y dejar constancia de su paso por la vida impreso en sus cuadros que, siendo escasos, tampoco eran populares.

Un día, en el fruto de la casualidad y resultado de la coincidencia, Aniceto descubrió en la mirada que Justine dedicaba al bohemio pintor quien desde su mundo particular dedicaba algunos poemas y regalaba sueños a la tabernera, que ella no sería nunca otra cosa que lo que era y fue entonces cuando su corazón quedó tan partido por el dolor, como Paris estaba partido por el Sena y en ese momento, juró venganza. La venganza, según dicen, es un plato que se sirve frío y por lo tanto, comenzó a forjar un plan para deshacerse del pintor y conquistar el amor de Justine y pese a todo, intentó que esa idea pasase desapercibida para todos, hasta que llegase el momento.

Habían pasado algunas semanas, y en su condición de trabajador especializado en la catedral, tenía algunos pequeños privilegios pues gozaba de prestigio y de la confianza de los capataces y encargados. Aniceto había ido preparando lenta, pero concienzudamente su venganza.

El día en el que ya estaba todo listo, se hizo el encontradizo con el pintor y le explicó las maravillas que se habían descubierto entre los oscuros pasadizos repletos de restos y que muy pocos tendrían la posibilidad de contemplar, ya que todavía habría mucho por descubrir y serían muy pocos quienes pudiesen contemplar tales maravillas. Entre vinos y explicaciones de la que allí había, Aniceto convenció a su rival para visitar las catacumbas en horas poco convenientes, con la excusa de pasar desapercibidos al resto de trabajadores y así poder contemplar todo con más calma

La noche del día de San Emeterio, cercana ya la primavera, y comenzando a despertar la niebla que salía a pasear desde el río, ambos hombres se introdujeron por una pequeña puerta de un edificio anexo a la catedral y que les condujo a un largo corredor donde se encontraban varias puertas. Tras una de ellas, encontraron una pequeña sala y tras cruzarla, se encaminaron por otro corredor, una nueva puerta, escaleras que bajaban y así unas cuantas vueltas hasta que el conjunto de la construcción había pasado de un sólido y laborioso trabajo, hasta un rústico y basto trabajo sobre roca y rematado con adobe, arcilla, y lo que quedaba de algunas maderas podridas por efecto del tiempo y la humedad que rezumaba de aquellas frías paredes…

La tenue iluminación de las lámparas de petróleo, no era suficiente para contemplar todo lo que allí existía, y por ello, el pintor, sorprendido más que maravillado, no hacía si no preguntar qué es lo que allí había.

A medida que avanzaban comenzaron a aparecer los primeros cuerpos embalsamados de forma rústica y las cuevas se convertían en una red de pasadizos, salas, pasos y accesos, que eran un auténtico laberinto…

El pintor, un tanto agobiado y habiendo dejado atrás el efluvio del vino que le iba dando mayor certeza de lo que ocurría, comenzó a sentirse inquieto y no dejaba de preguntar a Aniceto sobre qué era exactamente lo que habían ido a contemplar. El ambiente húmedo y frío, el hedor insufrible de tantos años sin renovación de aire, en un ambiente tan lúgubre, no era precisamente para sentirse calmado.

Al llegar a una especie de pequeña sala, Aniceto acercó la luz a una pequeña apertura donde con la claridad, se observaba que era lo suficientemente ancha como para que pasara una persona. Ambos pasaron dentro y no encontraron si no otro conjunto de pequeñas salas y hornacinas con restos óseos… En un momento determinado, Aniceto se adentró en otra sala y encontró lo que buscaba… ladrillos, argamasa y herramientas de albañil… Sin demora alguna, colocó la lámpara en lugar cercano y comenzó a tapiar la angosta apertura… poco a poco, con delicadeza de un profesional, aquel muro iba clausurando el paso, y dividía lo que era la vida de la muerte… Finalizó su obra y se sintió orgulloso de su trabajo… el conjunto de las sombras que existían en aquel laberinto harían que su obra pasase desapercibida, salvo que alguien revisase las paredes con un detenimiento que sabía que no harían. Durante un largo rato, horas, se quedó mirando el muro y observando como fraguaba y se iba endureciendo pese a la inmensa humedad… quería estar seguro de que el pintor no lo encontraba y lo demolería cuando aún fuese posible, intentando salir de aquel laberinto… No sabía cuánto tiempo había pasado, pero Aniceto, cansado y excitado, sabiendo que su venganza se había consumado y que el pintor no volvería a robarle protagonismo, se alejó del lugar, mientras su lámpara apenas daba ya luz por el consumo del petróleo

Dos días más tarde, las cuadrillas volvieron a trabajar, encontraron el cuerpo del pintor, lleno de magulladuras y exhausto… Relató lo sucedido tal y como lo recordaba, y todo el mundo se dedicó a buscar entre aquel laberinto a Aniceto, hasta que a los pocos días, decidieron que, simplemente, había abandona Paris, ya que nadie lo había visto

Siete años más tarde, y continuando las excavaciones, encontraron una pequeña fisura que parecía haber sido cerrada desde dentro… nadie imaginaba que es lo que podía esconder, pero pronto se supuso que, lógicamente, debería comunicar con algún otro lugar y que aquello era una nueva salida, por que el arquitecto, con el beneplácito del cardenal, mandó derribar aquel muro… Una vez dentro, no encontraron si no una pequeña galería con varias salas donde las hornacinas recogían, como ya era habitual, cuerpos momificados, pero… en un rincón, en una posición de espera, de eterna espera, se encontraba el cuerpo momificado de Aniceto, junto a la lámpara de petróleo y a las escasas herramientas que había usado para cerrar la tapia… lástima que él se quedó del lado equivocado.

jueves, 7 de agosto de 2008

Naufrago


No sabría decir cuántas veces me he cuestionado para qué sirve MI bitácora… Leo con atención las bitácoras ajenas y encuentro de todo… y por ello, por que también yo estoy incluido en ese todo, me pregunto el por qué de ese aparente caos que reina en este ( o al menos MI)mundo de anonimato.

Hoy, hacia un pequeño recuento del tiempo y la forma que dedico a esto… lo que en su día fue una mera curiosidad, se ha convertido en un hábito… y ese hábito, divertido y gratificante, que todo hay que decirlo, me exige (al igual que a todos) dedicación… Y es entonces cuando busco la soledad para poder sentirme cómodo. Es curioso como esa dicotomía de la soledad, deseada algunas veces, aborrecida muchas más, y donde el equilibrio, es casi imposible.

Siento, en esas extrañas ocasiones, que mis palabras son, simplemente, pequeños mensajes de socorro lanzados a un mar de furiosas y terribles tempestades provocadas por los fantasmas de mi existencia, que en la oscuridad de la noche del desconocimiento, sacuden la superficie de mi vida con una desmedida saña desde mi propio pasado que, por aciertos o por errores, me han traído hasta mi presente, y desde él, intento forjar el camino de mi futuro, tan incierto y misterioso como el de cualquier otra persona, y con la misma incertidumbre y titubeos que soy incapaz de poder afirmar que me ocurrirá mañana…

No espero que nadie venga en mi socorro, al igual que sé que tampoco iré en auxilio de ningún escritor de pequeñas historias cotidianas, sin importancia aparente, ya que nadie lanza botellas con una dirección concreta, pero entre mentiras y veras, son estos mensajes de náufragos, en islas de soledades dentro de un mundo de concurrida saturación, importantes para quien las lanzan en sus virtuales botellas, con la esperanza de que tal vez algún día, llegue al lugar indicado, sin que nunca sepamos cual es…

Siempre hay playas donde recalan botellas…



Creo que este tema de "The Police", Message in a Bottle, ya fue colocado en alguna de mis entradas anteriores, pero es que este es su lugar... ¿no???