Aunque nunca exista un motivo, siempre podrás irte de mi vida...Aunque exitan millones de motivos, jamás podrás salir de mi corazón.



El calor del estío recalentaba las incontables capas de barniz que amenazaban con gotear y que recubrían la puerta de madera de castaño que, ajada con el paso del tiempo, ya no admitía más reparación que la propia sustitución por otra nueva. La hinchazón por la humedad del invierno, había abierto brechas más que ranuras y ya era imposible abrir la puerta si no se profería un fuerte golpe que desencajase la vieja madera de su vetusto marco.
La lúgubre y húmeda recepción a la casa, mantenida por los gruesos muros de piedra, nos la daba una estancia entre penumbras, sin ningún tipo de iluminación si no era la propia entrada y donde la luz se difuminaba entre el polvo que era removido de su sedentario y largo descanso, por el fresco aire del exterior que entraba jugueteando por el hueco recién abierto que correteaba desde allí para encontrar innumerables rendijas para escapar entre silbidos, llevándose parte del hedor a cerrado y humedad.
La estancia daba paso a un oscuro pasillo que distribuía las estancias y cuyo acceso estaba protegido por una roída cortina. A la derecha de aquel acceso, otro a una gran estancia separada por dos puertas que ya no encajaban, y en el lado izquierdo el último hueco que se abría a una ascendente escalera cuya entrada estaba cerrada por otra puerta ennegrecida por el tiempo y el moho. Al lado de esta puerta, se encontraba la mesa... una enorme mesa oscura de madera que era fantástica, ya que en sus cajones se escondían todo tipo de objetos innombrables que mi infantil, pero ya crecida imaginación, creaba, amparada por la imposibilidad de abrir aquellos cajones que más el tiempo que una vetusta cerradura, se encargaron de cerrar.
La imaginación es, posiblemente, las alas que nos ofrece la vida para poder volar... la imaginación nos confiere el poder de convertir roedores en fantásticos dragones voladores; pequeños jardines en frondosas e intransitables junglas; arroyuelos en paradisíacos lugares de recreo; y una puesta de sol, en el más maravilloso de los milagros...
La imaginación no es sólo lo que desnuda a nuestra pareja cuando aún está vestida. La imaginación es lo que hace que se combinen los sonidos para crear la música; y los colores para crear los cuadros; y las palabras para crear el idioma y transmitir a todos y a cada uno, todo aquello que somos capaces de sentir... La imaginación es lo que cambia el color de un día gris a otro soleado, y lo que cambia las gotas de agua por una agradable lluvia.
La imaginación, el lo que me permite, cada vez que cierro los ojos, volver a la niñez y con esa inocente libertad, construir el mundo que yo quisiera…
Hace ya tiempo que fui abordado por integrantes de una religión con el propósito de “convertirme”. No lo consiguieron y tras una breve conversación, cada cual siguió su camino.