
Hoy, he pasado y paseado por el madrileño parque del retiro. Día de honores al patrono de la ciudad, fiesta más implantada que popular que esta mezcolanza de culturas que vive la capital y donde el tiempo nos exige cuentas de tantas cosas que hemos de hacer que apenas tenemos tiempo de mantener unas tradiciones casi extintas en función de unas creencias que cuestionadas constantemente, están perdiendo su identidad modificándose en un consumismo compulsivo donde la fiesta dejó paso al gasto y la tertulia y el baile ceden ante el anonimato y en proteger una desconocida e insignificante intimidad.
Las lluvias de los últimos días, han dado al parque ese aire primaveral de verdor y esplendor que sigue siendo un eterno contraste entre las interminables construcciones que extienden caprichosas formas de asfalto, cemento y hormigón en todas las direcciones allende las verjas…
Los castaños de indias, aún mantenían erguido sus ramilletes de flores que despuntan entre sus vigorosas hojas y las praderas, desprendidas ya de los prímulas y tulipanes, han sido replantadas con geranios y otras flores de temporada de primavera…
Nada parece haber cambiado… El parque del retiro, para quien no lo conozca, es uno de los puntos neurálgicos del mundo del bohemio clásico y convencional, donde pintorescos personajes afloran por doquier, ya sean asiduos del parque que buscan el sustento entre la voluntad (escasa por lo general) de los paseantes, y estos últimos que bien con curiosidad y cámara en mano van descubriendo los infinitos enfoques que este les ofrece, o bien de esos otros que algunas veces sienten la necesidad de protegerse de la ciudad dejándola abandona tras las puertas donde confían en dejar colgadas sus preocupaciones y no recogerlas a la salida…
Jóvenes de espíritu que luchan por mantener joven su cuerpo y corren, patinan, montan en bicicleta o hacen algún ejercicio con la infinidad de cachivaches diseminados por el parque.
Adultos recién estrenados, donde aprenden a sentir y compartir el amor y clásicos al dictado de los sentimientos, pretenden y consiguen deslumbrar a sus parejas con unas cuentas citas románticas, un paseo en barca y una exposición de color entre flores recién plantadas…
Niños que corretean libres del peligro del tráfico y que disfrutan pisando los ya escasos charcos, corriendo por el césped y buscando ese momento de emoción y aventura que supone el sentirse mayores alejándose unos pocos metros de sus protectores padres.
Sí, el parque del retiro de Madrid, sigue siendo no sólo un emblema más de la ciudad, si no un lugar de respiro y descanso donde los visitantes pueden sentirse un poquito más humanos.
Pero hoy, al parque le han quitado algo… al parque le han quitado su olor… el parque, pese a toda la vegetación y la humedad, carece de aromas, de fragancias, de olores… el parque se ha convertido en una extensión de la ciudad, pero confío que pronto la naturaleza vuelva a recobrar su espíritu y sea completa y que la vida de los transeúntes que por allí pululan, vuelva a ser plácida pero completa de sensaciones…