sábado, 19 de noviembre de 2011

Quietud

Su magia es tan extraordinaria, que no existe.

Al salir de casa, la calle parecía distinta… las luces de las farolas alumbraban a la nada ya que nada había en movimiento… ni tampoco había sonidos que destacasen… un extraño espectáculo que sucedía, como los eclipses, sólo alguna que otra vez y que me gusta disfrutar… Me dirigí calle arriba casi con vergüenza de haberme entrometido en aquella sensación de calma a la que no estaba acostumbrado y que me hacía sentir como si fuese un intruso… mejor, como un actor que no estaba en la obra que había ensayado…

Supongo que sin contagiarme de prisas ajenas y sin mirar el reloj, mis pasos se fueron haciendo más lentos y casi pesados, y vinieron a mi memoria aquellos tiempos donde la prisa no era más que una palabra que no siempre tenía un significado claro…

Llegaron a mi mente los recuerdos de antaño, donde las distancias no eran grandes y se hacían a pie y con calma… donde los amaneceres carecían de coches pero se llenaban las calles de caballerías y carros de ejes chirriantes… donde la gente se saludaba y paraba para conversar sabiendo que el destino al que iban… donde la comida era simple y bien aprovechada… donde el frío reinaba en las noches de invierno y en la mañana el fuego del hogar se recibía con alborozo y risas… Llegaron a mi mente los recuerdos de las tardes de primavera, sentado en alguna escalera soñando imposibles que se forjaban a la vez que se hablaban y compartían con amigos de la infancia… donde las mujeres secaban una silla a la calle, y cosían al tiempo que hablaban y reían…

Aquellos tiempos donde la vida era dura, pero simple, donde el silencio recorría libre las calles, perseguido, sólo tal vez, por algún can alborotador que a nadie preocupaba… aquellos tiempos donde el reloj se marcaba en el firmamento y el día comenzaba al salir el sol y terminaba justo cuando este se iba… No había prisa, no había extraños, no había ruidos…

Doblé la calle… me encontré con el tráfico, con la gente que precipitadamente se dirigía al trabajo… con el ruido de la ciudad… con extraños de los que nada sabía… Miré atrás… en mi calle se apagaron las farolas justo en ese momento y se quedó a oscuras… allí se quedó el silencio, resguardando mis recuerdos que me esperarán y volverán cuando no tenga prisa…


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