martes, 27 de mayo de 2008

Tierra


Descuélguense los cielos si preciso fuera, al imparable ritmo del tropel de agónicos engendros que amparados en su ceguera caminan sin conciencia topándose una y otra vez contra el invisible muro de la lógica, en la aviesa intención de derribarlo para seguir usurpando lo que en su creencia exigen de claro derecho

Líbrenme los dioses de ejercitar la praxis de impartir justicias o perdones y ampárenme para que nunca pueda moldear con mi mano la mágica utopía de un mundo perfecto, que, ceñido a los pliegues de mi caprichoso antojo condicionaría al resto de los mortales a mis caprichos, sin saber si acertados o merecidos.

Dejadme pues, que en el incómodo rincón del individualismo, y no del desconocimiento y el olvido, sea espectador, más que parte, de todo cuanto a mi alrededor se antoja y forma, sin ser escultor del destino ajeno al mío propio, y siendo, por que así ha de ser, parte del todo del que soy pieza

No me imploréis consejos, salvación o ayudas... no me supliquéis beneplácitos ni falsas bondades... no me pidáis que ejerza influencia alguna a cambiar la dirección de un mundo que no manejo y que sin embargo, necesito para dejar que crezcan mis raíces, nutriéndome de sus propios detritus que sirven de abono a mi memoria que intentaré transmitir a futuras generaciones para evitar mayores males, mas... no os olvidéis que no sacrificaré inmundicias por belleza ni agua por café…

Luchad, si es vuestro deseo y creencia, por causas nobles, justas, renovadas... buscad allende el espacio el agua que aquí escasea, socorred con vuestros óbolos a aquellos que sepultáis con vuestro impulso de consumo y diversión, y predicad, en vanas palabras, que el mundo ha de cambiar, cuando no deseáis renunciar a los placeres y beneficios acumulados...

Ignoro pues, si es bueno que el trigo crezca donde hubo bosques, que el agua se detenga donde antes corría libre, que el sol asome tímido entre nubes de algo más que de vapor y que la vida ajena, muchas veces más importante que la propia por la poca valía de esta, quede recluida a ligeros espacios de visita, al que daremos dignos y rimbombantes nombres para hacerlos más humanos…

No… no me arrepiento de mis palabras. Tal vez de mis hechos… por que como ya dije hace tiempo, lamento los errores cometidos, pero aún más, aquellos que no he tenido oportunidad de cometer… pero llevad esto más lejos… diez, cien, mil años… somos, queridos desconocidos, los escultores del mundo… de nuestro mundo… y tú, lector, no eres ajeno a ello.

Por favor... que alguien haga algo!!!


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es nuestra única casa, bella y acogedora. Tenemos paisajes para elegir. ¿Y nosotros qué hacemos? La maltratamos, la descuidamos, le talamos sus bosques, le ensuciamos los ríos y los mares, le enviciamos el aire, la bombardeamos con radioactividad, agotamos sus recursos como si no existiera el mañana.
Y lo peor es que no vamos a estar para hacernos cargo de las consecuencias y, como siempre, el precio lo van a tener que pagar los que todavía ni siquiera la conocen.

Isabel dijo...

Clamamos como una voz en el desierto...
El que puede, no quiere y el que quiere no puede hacer demasiado.
Mientras, el mundo se nos escapa de las manos...
Muy hermoso texto,Pablo. Un abrazo.

Cyllan dijo...

Es un grito desesperado el tuyo, necesariamente desesperado, esta vorágine destructora parece que no hay quien la pare. Lo has dicho muy bien y Lucy también con eso de que este mundo roto lo sufriran los que ni han tenido oportunidad de romperlo. Como los únicos que pueden hacer cosas gordas y que podemos "decidir" quienes serán son los políticos, ya hacemos ese algo votando, algo es algo.
Un saludo