
Sobremuñoneras, pernos, trinquetes, fajas circulares, radios, pernetes, sotrosos, pasadores, chavetas, cadenilla, ganchos, ejes, sotabracas, muñonera, rueda dentada, gualderas, telerón, solera fija, mallete, cantonera, ruedas, banqueta… toda esta jerga corresponde a la denominación de algunas de las piezas que compondrían un cañón naval del siglo XVIII, de esos de piratas, corsarios, bucaneros y demás…
Hoy en día, nos decantamos por simplificar las denominaciones de tal modo que el lenguaje está siendo comprimido bajo la denominación de “cosas” generalizadas… poco a poco vamos, tal vez, empobreciendo el idioma en ese ansia de prisas por terminar pronto todo y volver a comenzar otra cosa…
Me pregunto si también en los sentimientos intentamos empaquetar bajo denominaciones tan extendidas como “amor”, “amistad”, “cariño”, “afecto” y similares, todo ese conjunto de gratas sensaciones que experimentamos cuando decimos que estamos en ese estado…
Pero la lengua sigue enriqueciéndose a nuestro pesar y hoy comentaba sobre dos palabras que han sido aceptadas de muy buen agradado desde otras lenguas menos extendidas: “Chirimiri”, que es lo que en castellano siempre se ha conocido como “calabobos” y que algunas veces resulta tan agradable como repelente, pero la palabra que más me ha gustado, ha sido sin dudarlo “morriña”, o ese estado de tristeza ante la falta de algo, melancolía, añoranza, nostalgia… Ese “echar de menos a algo o a alguien” que, algunas veces sin razón, nos sobreviene sin poder evitarlo…
Y reconozco, no lo niego, que algunas veces me dejo invadir, no sin un cierto regocijo, de esa morriña de tiempos pasados… Sí… sé que la vida es un mirar hacia adelante, pero también sé que es un disfrutar del momento y sigo sin querer perder los momentos mejores de mi vida… aquellas personas a las que amé y las que amo, Tiempos de ir al colegio, a veces entre la nieve, otras bajo un insufrible calor estival… jugar en las calles, de meriendas caseras, de hambre, que haberlo hubolo, de esfuerzo y trabajo en la adolescencias…, si, algunas veces, reconozco que siento morriña de tiempos pasados…