jueves, 28 de abril de 2011

Alquiler

Todo es factible de cambio, pero casi nada cambia por sí mismo

Las casualidades, esas que algunas veces hasta nos sorprenden y nos hacen dudar de la pura lógica, se han concatenado en estos dos últimos días para ceñirse en diálogos y reflexiones en torno a los llamados “vientres de alquiler”

Como tantas y tantas cosas que afectan a la conducta humana, hay detractores y defensores de esa práctica y yo, intentado definirme en uno de los dos bandos, me he quedado con muchas dudas y por lo tanto, aún no sabría pronunciarme en este aspecto

Partiendo de que la madre de alquiler sólo “alquila” su cuerpo (es decir, que generalmente el óvulo es de otra mujer, por lo que ella no será la “madre”… o sí???) me ha surgido la duda moral del hecho

Si yo “alquilo” una mujer para usar su cuerpo, durante, pongamos un día, todos pensarán que ella es una puta y por lo tanto todos se creerán en el derecho de poder juzgar y condenar nuestros (el de ella y el mío) actos…

Pero si yo “alquilo” una mujer para usar su cuerpo, durante, pongamos nueve meses, todos pensarán que ella es una madre de alquiler y tal vez el juicio sea distinto

Quede claro que en ambos caso, he dicho “alquilar” una mujer para usar su cuerpo. Hay otras opciones de alquilar a una persona y el trabajo es la más conocida. Todos alquilamos (o vendemos) parte de nuestro tiempo, de nuestra vida, cuando trabajamos…

Así pues, me centro en la frase “alquilar el cuerpo de una mujer” y con ese alquiler yo consigo mis propósitos… puedo usar su cuerpo para mi disfrute sexual, puedo usar su cuerpo (aunque sean sus oídos) para aliviar mi soledad, o puedo usar su cuerpo para que crezca en él mi descendencia…

Esto, claro está, siempre que medie dinero de por medio… si no, puede ser algo voluntario, deseado, altruista o incluso accidental… pero cuando hay dinero, cuando hay “negocio”, ¿todo estos alquileres serian prostitución, o sólo cuando nos centramos a algo tan sencillo como el sexo???


miércoles, 27 de abril de 2011

Seguridad

La gloria del campeón dura exactamente, hasta la próxima competición.

La seguridad, el saberse a salvo, el instinto de protección, es una extraña cualidad que confiere al ser humano, posiblemente, distintos estados de ánimo, y así, mientras el miedo recorre las entrañas de los niños, este desaparece en el abrazo de sus padres, la angustia desaparece del que tiene deudas al saber que consiguió un empleo aunque aún no tenga el dinero… en ambos casos, la sensación de seguridad, se sentirse a salvo, evita que los temores de cualquier índole se apropien de la voluntad del individuo…

Así que es posible que, sin ser realmente conscientes, busquemos una cierta seguridad en todo lo que hacemos, y así, cuando en la vida apostamos por algo importante, muchos de nosotros sólo lo hagamos si pensamos que estamos seguros de lo que hacemos.

Hay cosas que no tienen mucha importancia y así, en una partida de dominó (por ejemplo) no importa si estamos seguros o no de ganar… Pero no creo que nadie se atreva a pilotar un avión o conducir un coche si no está seguro de que no tendrá problemas… No creo que ningún cirujano comience una operación si no supiera que con ella intentará salvar una vida… No creo que nadie en su sano juicio cruce una carretera si no está segura de que no viene ningún vehículo… E incluso no creo que esos mal llamados mártires se inmolaran en acciones suicidas si no estuviesen seguros que con su muerte consiguen una vida mejor (y yo que pienso que están equivocados… pero eso es otra cosa)

Es posible que nos guste que los amigos sean fieles y duraderos y por ello, vamos abriendo nuestra alma poco a poco hasta estar seguros de que son amigos y es que todos sabemos que los amigos se cuentan con los dedos de una mano a pesar de que tengamos cientos de “amigos” en el facebook… y es muy posible que el compartir nuestra vida con una pareja requiera mucha serenidad y mucha seguridad y por ello intentamos conocer a esa persona y aún así, podemos estar equivocados…

Tal vez la familia sea más importante en nuestras primeras etapas de la vida y buscamos ese abrazo protector siempre que nos es posible… y a medida que crecemos nos sentimos más seguros e independientes… y luego, cuando a nuestro alrededor comienzan a llegar las nuevas generaciones, somos nosotros quienes nos volvemos protectores y de forma directa o indirecta, intentamos dar esa seguridad

Creo que la seguridad en la vida es lo que nos impulsa o nos frena para hacer algo… cuando nos sentimos seguros, protegidos, no nos importa asomarnos al fondo del abismo, estando convencidos de que nada nos va a ocurrir… tal vez en algunas ocasiones, se les haya tachado de héroes o de locos aquellos que perecieron persiguiendo sus sueños y sus realidades… pero tal vez sólo sea ese espíritu protector el que hace que un padre dé la vida por sus hijos…

O también es posible que nos creemos inmunes y tan seguros que es como si estuviésemos protegidos por un halo de inmortalidad en un momento y pensemos que los accidentes o las desgracias sólo les ocurren a los demás, y nunca a nosotros…

Bueno, es sólo una reflexión de la que no estoy muy seguro.

miércoles, 20 de abril de 2011

Olores

Una pequeña semilla es capaz de hacer germinar el más alto de los árboles.

Quiero pensar que las ciudades tienen un olor característico, un olor que, como cualquier otra peculiaridad, las distingue a unas de otras… No huele igual una ciudad costera que una de interior y tampoco una del norte que una del sur…

A pesar de que muchos de nosotros no solemos dar excesiva importancia al olfato, este nos mantiene sobre aviso constantemente sobre lo que nos podemos encontrar, y sinceramente, para mí resulta un placer añadido el pasear por algunos barrios del viejo Madrid donde las puertas de las clásicas tiendas del barrio desprenden con sus movimientos sus propios efluvios… Así, sin percatarnos, el aire se inunda de olor a fritanga cuando pasamos por un bar, o de jabón cuando es la droguería, o de ese olor de asepsia cuando cruzamos ante la farmacia, o el dulzor de la pastelería, o el grato olor del pan recién hecho que a falta de tahonas, nos regalan algunos hornos, o el de vapor en la tintorería, o el inconfundible olor de perfumes en la perfumería, o el inevitable olor a mar en la pescadería, o ese olor a frescura en la tienda de flores, o el papel en la librería…

Pero la ciudad tiene otros muchos olores que marcan su característica… los humos de los coches que se mezclan con el aire de la sierra y llenan todos sus huecos, el olor a multitud en el metro o en las calles, el olor a agua cuando pasamos cerca de alguna fuente, o ese otro menos agradable a orines o basura que rezuma desde un rincón escondido…

La ciudad se viste de fiestas o no, pero casi siempre huele de la misma forma… Al igual que una persona, su identidad queda unida a su aroma de forma inamovible y al igual que una persona, puede intentar esconder o camuflar su propio olor con algún otro que sea circunstancial…

Este es el caso de mi ciudad, donde a su aroma característico se le unen los propios de la pascua… No se trata de creer o no, si no de tradiciones arraigadas en nuestra cultura que muchos siguen con devoción y pasión… y así, por la ciudad, también se desperdiga el olor de mantillas y capirotes, el olor de velas encendidas y sudor de procesionarios, el olor del aliento que canta devoto y del que canta feliz en una celebración… y el olor de torrijas, de rosquillas, de chocolate, de churros… y el aroma de la lluvia, de la tormenta, del polen dulzón que se pierde en los regatos del agua buscando el desagüe o el del verdín del césped recién cortado que el fresco se encarga de ensalzar…

Después llegará el tiempo en que las flores inunden de sus fragancias en vano intento de ocultar el resto… sólo en los jardines lo conseguirán… o cuando la canícula arranque el polvo de la tierra y la tormenta consiga ese “olor a tierra mojada”… cuando las noches de verano el aire se llene de sequedad y los jardines de la ciudad se conviertan en deseados vergeles… eso, ya llegará a su momento


martes, 19 de abril de 2011

Recuerdos

La amistad une, la necesidad ata.

Cuantas veces en la vida hemos comprado algo y luego, por que no se ajusta a lo que esperábamos, nos hemos visto obligados a cambiarlo.

Y así volvemos bajo el brazo con aquello que algunas veces estaba defectuoso, y otras, simplemente por que hemos cambiado de idea…

Una vez devuelto, parece que, de repente, todo vuelve a estar en un cierto equilibrio y hasta algunas veces, una grata sensación de alivio al habernos quitado un problema de encima, se apodera de nosotros.

El trueque de tiempo/dinero por productos/servicios, ha sido disuelto en nuestra existencia y se acaban las obligaciones… un traje que no nos sentaba bien, un televisor que salió defectuoso, una mesa que no nos cabe en la casa… todo vuelve a la situación anterior para nuestro descanso

Pero hay cosas que no se pueden devolver por más que lo intentemos… por mucho que sepamos que eso ya no lo deseamos o no nos conviene, por mucho que intentemos dar marcha atrás, los sentimientos siempre estarán presentes en nuestra vida… y así, la amistad, el amor, el odio, la envidia… podrían estar presentes en nuestras vidas cuando ya no deseamos que estén… cuando buscamos sosiego y nuestro interior es todo un torbellino de sensaciones que no deseamos que se produzcan… quien, en ese momento, no ha deseado devolver aquello que le produce la desazón no deseada???

Pero incluso más allá, hay algunas veces que no podemos desprendernos de recuerdos que deseásemos devolver… cualquier incidente o accidente que debería ser borrado de nuestra memoria, se empeña en permanecer vivo y palpitante… recuerdos que se adhieren en el alma como el tatuaje en la piel y que duelen cada vez que afloran… y afloran sin avisar y con demasiada frecuencia…

No es fácil devolver o simplemente desprender de esas sensaciones que antaño buscábamos pensando que serían gratas y terminaron siendo dolorosas… así, tal vez debamos aprender a resignarnos y estar con ellas en permanente compañía, pero lo que no es necesario es darle mayor protagonismo que el necesario y mucho menos, exclusividad absoluta.

Y sin embargo, hay muchas veces que estos ingratos recuerdos no nos dejan percibir sensaciones que irán arrinconándolos en el desván del olvido y no somos capaces de disfrutar de un café, de una mano amiga, de una sonrisa, de una mirada, del aire fresco o caliente, de la luz del sol y las sombras de las calles, del charol y del terciopelo, del agua y las veredas… Lo más probable es que no nos olvidemos de nuestros dolores, pero al menos tendremos algo para aliviarnos

miércoles, 13 de abril de 2011

Contaminación

Lo más fácil en una guerra, es comenzarla

Hace pocos días, tuve la posibilidad de pasear por un amplio y concurrido parque de Madrid… lo cierto es que desde una cierta distancia, daba satisfacción poder contemplar las praderas verdes, cuajadas de pequeñas flores multicolores y los niños, juguetones siempre, arrancando los “dientes de león” para hacer volar sus semillas con la fuerza de sus soplos…

Pero al ir acercándonos pude advertir que entre el césped y las flores se han depositado, y no de forma casual, papeles, bolsas de plástico, colillas, y un sin fin de objetos y productos que no deberían estar allí. Esto es lo que entendemos como contaminación

Supongo que ahora que estamos todos tan preocupados por la contaminación nuclear, no prestamos demasiada importancia a ese otro tipo de contaminación que, no por simple, si no por accesible y seguramente por que tal vez de forma involuntaria somos nosotros mismos quienes la provocamos, no le prestamos ninguna atención y en muchas ocasiones parece algo arraigado en la naturaleza…

Y así, poco a poco, de forma inconsciente pero clara, vemos como nuestras calles van acumulando porquería, como nuestros parques van perdiendo lo natural, como el aire se va ensuciando, como los solares que sirven de aparcamiento se llenan de aceite sucio, y como poco a poco, todo lo que debería estar de una forma, nos la encontramos de otra… Y todo ello, de una manera tan pausada y consentida que ya forma parte de nuestro entorno… de nuestra vida

Curiosamente, esta es la contaminación a la que nos enfrentamos todos los días y a la que ya estamos tan acostumbrados que no damos ninguna importancia, nos resulta repugnante cuando alguien nos la señala con el dedo y nos hace tomar conciencia de ella… y cuando llegamos a algún lugar en el campo o en la playa donde nuestros (nuestros, insisto) deshechos se han ido amontonando, levantamos la voz en crítica expectante y pidiendo soluciones a nuestros gobernantes… y es que pensamos que los ríos sólo los contaminan las fábricas, pero cuando baja por el agua un bote vacío de refresco, o una bolsa rajada de un hipermercado, no se les puede culpar a ellos…

Pero aún así, esa contaminación es leve y puede arreglarse… hay personas que se dedican a limpiar aquello que nosotros ensuciamos y que con su trabajo procuran que todo esté como debe estar… hay personas que procuran coger menos sus vehículos para evitar echar a la atmósfera el negro humo que luego respiramos… hay personas que se molestan en aguantar una colilla de cigarrillo o un pañuelo de papel en la mano hasta encontrar una papelera…

Y sin embargo, este tipo de contaminación no debería ser preocupante, ya que es sólo cuestión de educación… de aprender ese viejo refrán que reza: “no es más limpio quien más limpia, si no quien menos ensucia”

El problema mayor es, a mi juicio, el de esa otra contaminación imperceptible y sibilina, esa que poco a poco se nos va metiendo en el cerebro y que nos impide ver las cosas desde otro punto de vista del que nos van acostumbrando… esa en que las convicciones ajenas toman posesión de las nuestras propias y en las que nos volvemos meros transmisores de las ideas de otro… No quiero decir que no podamos compartir las mismas ideas, pero sí que, desafortunadamente, nos estamos olvidando de la capacidad de crítica, de independencia, de escoger los elementos que creamos buenos y desechar los malos y a día de hoy, pienso que muchos de nosotros hemos sido contaminados por ideas que no están del todo limpias, debiendo aceptar las ideas en “lotes completos” por que eso es “políticamente correcto” de acuerdo a lo que hemos sido educados y por ello, son “nuestras ideas”

Y así puedo ver como el debate político de la corrupción, donde los partidos sólo saben contestar con un “y tú, más” se ha trasladado a las calles con la coletilla de “y vosotros, más”… o donde la religión “verdadera” obliga a la conversión forzada del resto… o donde reclamamos justicia a los jueces y luego convertimos en héroes o mártires a los reos confesos… donde la política convierte en buenos o malos a los gobernantes…

La información está desbocada, desbordada tal vez, pero no sé si es imparcial… alguien lanza en internet la información de que los eurodiputados no quieren apretarse el cinturón y todo el mundo piensa que deberían hacerlo (yo al menos así lo creo) aunque si analizásemos en profundidad ese pensamiento, tal vez no fuese tan sencillo… pero es cierto que si alguien lanza en internet que hay vida extraterrestre, cientos de miles de personas creerán a pie juntillas que eso es así, simplemente por que lo han leído, lo han escuchado, se lo han contado…

Es posible que esté equivocado pero creo que mucha gente tiene las ideas contaminadas y se aferran a los elementos externos como el alcohólico a la botella, sabedor de que sin ella le será mucho más complicado enfrentarse a su realidad… y posiblemente por que ya lo dijo Aristóteles: “El necio afirma, el sabio duda” o corroborando a Kant: “El sabio puede cambiar de opinión. El necio se aferra a la suya”… pero ahora, aludiendo a Descartes,” pienso, luego existo”… por mí mismo (o lo intento)


lunes, 11 de abril de 2011

Tecnologia

La flor cortada se marchitará de igual forma que la que no lo esté… sólo cambia el tiempo que tardará en hacerlo.

Cualquier día, a cualquier hora… nos hemos acostumbrado a sacar dinero de un cajero automático… a coger un billete de tren de una máquina… a cruzar la calle cuando el semáforo se pone verde… a hacer una transferencia desde el ordenador… cualquier día, a cualquier hora

Cualquier día, a cualquier hora… nos hemos acostumbrado a comprar en el super todo ya preparado y simplemente poniéndolo a calentar, obtenemos lo que queremos… cualquier día, a cualquier hora

Cualquier día, a cualquier hora… usamos objetos de un solo uso y nos evitamos lavar, limpiar y ordenar… buscamos sitio en casa y nos obsesionamos con reciclar… envases, papel, vidrio, pilas… donde guardar lo nuevo y así tenerlo siempre disponible… cualquier día, a cualquier hora

Cualquier día, a cualquier hora… preferimos coger nuestro vehículo para organizar mejor nuestro tiempo… cientos de vehículos con un solo ocupante recorren las calles cualquier día, a cualquier hora

Cualquier día, a cualquier hora… nos vamos a olvidar de que no estamos solos, de que es bueno relacionarse, de que es necesario el contacto humano, de que sienta bien decir “buenos días” o “me alegro de verte”, cualquier día, a cualquier hora

jueves, 7 de abril de 2011

Zapatería

Tal vez el corazón es el único lugar finito con capacidad infinita

Laura cumplió 16 años hace pocos días y Antonio, su padre, le obsequió con una estupenda fiesta donde fueron la mayoría de sus amigas, pero aún le faltaba el regalo que ella deseaba…

Cuando Laura nació, su madre falleció en el parto… Antonio tuvo que aprender a criar a su hija solo, a pesar de contar con ayuda de la familia… y enseguida supo que su hija era una persona especial… al poco le detectaron el síndrome de down pero eso no fue si no un acicate para dedicarle más tiempo y cariño

No fue un camino sencillo pero padre e hija supieron hacer frente común a todos los obstáculos que la vida y la sociedad les pusieron

Ahora, con motivo de su 16 cumpleaños, Laura iba a recibir su regalo de cumpleaños: unos zapatos.

Al llegar a la zapatería, Laura se quedó mirando en el escaparate unos zapatos de tacón de aguja de 12 cms de altura.