
Aunque el resultado suele ser similar, no es igual caer que bajar.
Comentando el último programa de “Redes”, de
Eduard Punset, enlazamos con el texto de la camiseta del encabezado, que no por graciosa, es incierta.
La opción era la de comentar el programa, que puede verse en el enlace anterior, pero resulta demasiado amplio para mis cortas entendederas, así que mejor que cada cual saque sus conclusiones (demasiado extensas cómo para describirlas brevemente en unas pocas líneas) pues por extensión, a mí sí parece increíblemente importante, la función de cada una de las células del cuerpo…
Tras la frase “ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni le importa”, se esconde un orden que la naturaleza ha establecido para que cada organismo funcione de la forma más eficaz posible. Cada neurona cumple su cometido lo mejor que se pueda y no se preocupa de hacer cualquier otra cosa… y ese ejemplo es generalizable a cada una de las células que componen los seres vivos… Ninguno de nosotros suele preocuparse de algo tan sencillo y necesario cómo respirar, cómo ver, cómo escuchar, cómo sentir… todas las células se han organizado sin que haya ningún líder, y ellas han configurado el ser vivo… tú o yo…
Al cerrar los ojos, “siento” a mi yo en mi cerebro… tal vez por que la consciencia de la vida esté más cerca del sentido de la vista, muy importante en la mayoría… o tal vez por que en realidad, la verdadera identidad de las personas está precisamente ahí, en el cerebro… si esto fuese así, se acabó el poner “con todo mi corazón” tras afirmaciones de sentimientos… deberíamos cambiarlo por “todo mi cerebro”.
Así pues, nuestro propio cuerpo ha sido capaz de fabricar, colocar, organizar, y hacer funcionar a cientos de miles de células, cada una de las cuales, de forma independiente al resto, asumen su misión y cumple su requisito de forma ejemplar. Gracias a esto, el ser vivo, puede sentirse vivo…
No hay nada que obligue a una célula a hacer lo que debe hacer, pero lo hace… puede enfermar, puede envejecer, puede resultar defectuosa, pero aún así, mientras le es posible, cumple su misión hasta el final, sin importarle absolutamente nada más. ¿Sería esto extrapolable a cualquier sociedad???
Imaginemos que nuestra sociedad, a los seres humanos, se nos encomienda ser cómo las células y que cada uno, ha de cumplir su cometido para que todo pueda funcionar… Vaya caos que se montaría… ¿Quién de todos… de cualquiera… aceptaría de buen grado su papel??? Seguro que diríamos aquello de “No es justo… yo quiero ser…” y entonces se formarían partidos políticos para ver quien pone orden (una vez que hayan sido elegidos en las urnas)… empresarios para poder darnos trabajos y así poder alimentarnos… sindicatos para… bueno, para algo estarán… bancos, instituciones, transportes… y así, entre todos, hacer que toda la raza humana pueda funcionar igual que si fuera un solo organismo vivo… ¿alguien pilla la diferencia???
Sólo nos queda entender el por qué tenemos esos sentimientos que, a veces por suerte y otras por desgracia, nos hacen ser humanos en lugar de bestias… ¿tampoco pillamos la diferencia???
Genial Punset y su programa Redes.