martes, 6 de abril de 2010

Escritorio

Hay cosas que no valen nada… otras no tienen precio.

Todavía rezuma el aroma de la madera de nogal con la que fue construido el escritorio. El tiempo lo ha envejecido, pero no lo han deteriorado. La trabajada marquetería que decora los laterales y la balda superior, entre ornamentos florales y arabescos, nos muestra figuras que aún a pocos centímetros se pueden considerar perfectas y sólo al ojo de la lupa se aciertan a vislumbrar los minúsculos defectos de un artesano que puso dedicación y corazón en la creación de su obra.

Tres pequeños cajones que otrora ocultaron cartas, contratos, confidencias y más de un secreto, y que al abrirlos aún respiran el aroma de lavanda que envolvía delicadamente todos los papeles que allí se depositaban intentando disimular el olor a tinta fresca... dos tinteros que se reponían con frecuencia y un elaborado juego de plumillas, reposaban siempre del lado derecho, mientras que el espacio izquierdo estaba inundado de la luz de una lámpara de cristal y estaño... papel en blanco siempre dispuesto y por encima, sobre la repisa, varios diccionarios y algún que otro libro de aquellos que requieren tiempo y entrega en su sosegada lectura... En el centro, el cartapacio de badana verde oscuro, protegía del papel y amortiguaba la pluma, y sus remates de pan de oro finamente trabajados, le otorgaban ese aire señorial que tal mueble reclamaba desde la penumbra de su rincón...

En él, decía mi abuelo, que no se escribía, si no que se reflejaban los pensamientos, los sentimientos... y es que las palabras que son huecas no resuenan en el eco del tiempo y sólo caen en olvidos y desidias, mientras que aquellas otras que son ciertas, pasionales o dignas de honra y grandeza, han de ser conservadas en el papel que les soporta para que sean conocidas por siempre

Las palabras, ya sean escritas o dichas, no tienen significado por si, si no que tan sólo adquieren valor cuando son escritas o dichas con el sentimiento que las forma y da cuerpo… la palabra puede herir o hacernos sonreír… la palabra puede doler o llenarnos de amor… la palabra puede dar o quitar la libertad e incluso la vida… Gracias doy a todos aquellos quienes hablan con el corazón, a quienes entonan con el alma y a quienes aderezan su cariño con una sonrisa… y es que un “te quiero” sin sentimiento, es cómo la lluvia sobre el mar… bella pero poco práctica



2 comentarios:

Isabel dijo...

Qué hermosa descripción de ése escritorio has hecho...
Me han entrado ganas de poder tocarlo,sentirlo...
Especialmente si se han sabido reflejar bien los pensamientos y sentimientos escritos sobre él...
¡Ay si los escritorios pudieran hablar,amigo...!
Un gran abrazo.
:-)

Unknown dijo...

Buho..

... es el mejor post de todos los que te he leido..

... ese nogal... tan suave y delicado... los detalles arabescos, que casi puedo verlos, vamos que me inclino a mirarlos, estasiada... y el artesano que se entregó en cuerpo y alma...

... y las confidencias... y las cartas, y el olor, que aspiro en todas sus formas de lavanda, es que no podía ser otro... y la luz... y el cartapacio... y la suavidad de tu abuelo en el ser y al existir... señorial..

Casi que me gustaria estar detras de una tenue cortina y poderle ver, en silencio y con todo el respeto.. para disfrutar de la escena y recrearme en ella.

Las palabras huecas mueren.... ni nos llegan... pero las verdaderas... son tan necesarias como el respirar...

Este escritor no le conocía yo, los has contratado nuevo?????

Un abrazo