
Román es un hombre sencillo. Vive desde siempre en el barrio de Santa Brígida, cerca del puerto, cerca del mar, donde obtuvo su sustento y donde dejó casi toda su vida.
Hoy en día, todo el mundo en el pueblo conoce a Román y todo el mundo lo saluda, pero no se conoce a nadie que sea su amigo o quien comparta con él, fuera del tiempo que dedica a jugar a las cartas en la taberna de Antón, alguna relación más.
Román siempre ha sido así, austero, solitario, trabajador, sencillo, y conocido por todos, querido por todos, pero nada más
Desde hace ya tiempo, cuando la mar permanece en calma en los suaves atardeceres del Atlántico, coge su pequeño bote, y sin tomar aparejo alguno, se aventura con calma mar adentro, hasta regresar al cabo de un largo rato, cuando ya ha oscurecido
Un día, alguien le preguntó el por qué de aquellas incursiones al reino de Neptuno, y él tranquilo y seguro de lo que decía, respondió:
“Quiero ver la puesta de sol”
Esa persona le dijo a Román que la puesta de sol podría verla igual desde la orilla, pues era peligroso adentrarse en el mar sólo para ver la puesta de sol, a lo que Román, sonriendo, contestó
“Lo sé, pero siempre que he deseado algo, he ido a buscarlo. Sé que nunca podré llegar a ese horizonte que engulle al sol, pero… estoy más cerca”
6 comentarios:
inmenso.
Ese Román sí que es sabio. Román sabe de qué se trata. Bien por él.
Todos deberíamos aprender de él...
Tal vez seríamos mas felices.
Besos ,Pablo; y disfruta la cercanía de lo que desees...:-)
¡Precioso, búho!
¿Cada día escribes mejor? Cada escrito tuyo me gusta más.
¡Un beso!
El mar...sé de lo que habla y como lo siente y lo que espera Román.
Iría con él sin dudarlo.
Buen relato - paradoja.
Haces cercanos e inmensos a tus personajes.
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