miércoles, 11 de julio de 2007

Niños


20.000 hijos son predispuestos contra uno de los cónyuges por el otro cuando se produce una separación.

Nos amparamos en la justicia para que resuelva esas situaciones y me viene a la memoria esa frase (de la que no recuerdo su autor) que reza “No hay mayor desigualdad que tratar a todos por igual”

Los límites de la justicia, que intenta ser ecuánime dentro de una absurda generalidad (sí señores y señoras, sí… la justicia, es, muchas veces totalmente injusta) no puede poner frontera al sentido común, ni la sensatez de las personas debería tergiversar lo que un día fue amor para transformarlo, como mal alquimista, es crudo odio sediento de venganza inútil y egocéntrica.

No, no puedo ni quiero creer que allí donde hubo amor, se volvió odio en un momento… No entiendo como quien ama es capaz de odiar… No es ese el amor que tomo, el amor que doy, el amor que quiero…

Usando los típicos tópicos, donde el varón se pasa horas y horas pendiente del fútbol y la hembra otras tantas de compras y cháchara vecinal… y un día surge la ruptura y echándonos las manos en la cabeza nos preguntamos que ha salido mal si “yo no he cambiado”… tal vez sea esa la respuesta…

Tal vez hubo engaño con otra persona, tal vez sólo el cansancio de tener que hacer y sólo hace uno, tal vez el aburrimiento de uno dar órdenes y el otro obedecerlas… pero sobre todo, sobre todo, el sentido de que uno más uno, ya no son dos, si no uno por aquí y otro por allá…

Eso, no puede ser amor… eso es puro y duro egoísmo tratado, firmado, rubricado y consensuado como una mera transacción de cualquier otra índole… el para siempre se cambia por el hasta que me interese

Flaco favor hacemos a nuestros hijos cambiando su inocencia y su desconocimiento por odio que en el futuro engendrará violencia, por ese odio que no compensará la falta de uno de sus progenitores y por ese odio que a casi nadie hace feliz.

Y buscamos justicia… lástima que la justicia sea, en muchas ocasiones, injusta… y entonces se queda, sólamente, el odio...

5 comentarios:

Candelas Sanchez Hormigos dijo...

Se nos olvida cuando elegimos a esa persona para amar, para tener hijos. Se nos olvida la fragilidad de los niños.

Surge el rencor, el odio, la mala leche y hacemos daño con el arma que tenemos más a mano.

Se nos olvida que fueron, en su mayoría, hijos soñados, deseados, amados.

Un beso

Perovsquita dijo...

Que ciertas las palabras de candela.

Y... es que por mucho que se aceleren los trámites de divorcio y demás papelería, los niños, son los que más sufren, y para ese dolor, no creo que hace un método acelerado. Lástima...

Saludos

Mandarina azul dijo...

Pero qué acertadas me parecen tus reflexiones, Búho, cada día más.
Y lo que pones con este escrito hoy sobre la mesa... tela, es el pan nuestro de cada día, es penoso, de verdad.

Un abrazo :)

Anónimo dijo...

¿Por qué este tema hoy? ¿por qué juegan con los niños? ¿por qué se les quiere desequilibrar? ¿por qué no de igual a igual?.......

Qué egoístas que somos las personas que nos creemos maduras y seguras de nuestras convicciones.

Anónimo dijo...

En general, los hijos no empiezan a querer a sus padres hasta pasados los treinta años...