miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cimientos

Si no desarrollas tus alas, terminas echando raíces.

Cuando miramos y admiramos los edificios, sólo nos fijamos en lo que nuestros ojos logran ver, y ese conjunto visual es que el determina si es bello o práctico. Sin embargo, es difícil que nos paremos a pensar cada vez que nos fijamos en uno de ellos, como se han construido los cimientos donde reposan y el esfuerzo que ello ha supuesto.

Creo que también a las personas nos pasa algo similar. Solemos crecer en función de lo que logramos sentir y nos vamos adaptando poco a poco a los cambios que nos llegan desde fuera, pero difícilmente podremos renunciar a nuestros cimientos.

Ya de pequeños, hemos sido educados en un determinado ambiente, con una determinada cultura y en un determinado entorno y familia. Cuando salimos a la vida, ya solos y sin la cobertura de nuestros padres, aun de forma inconsciente, solemos mantener aquello que hemos aprendido como soporte básico de nuestra vida, como esos cimientos que nos pueden dar la seguridad que necesitamos.

Poco a poco, esos cimientos, a medida que maduramos, van tomando cuerpo cierto y vamos siendo más conscientes del por qué somos así y no de otra manera, y poco a poco, vamos siendo más conscientes de que podemos escoger entre lo que siempre ha estado ahí, y lo que nos vamos encontrando en el camino de la vida.

Ideas, muchas ideas son intercambiadas frecuentemente, pero… ¿y las personas??? Eso cuesta más y en lugar de cambiar, creo que las personas forman parte integrante e inamovible de nuestros propios cimientos. Hay personas que pese a que están a nuestro lado mucho tiempo en la vida, en realidad no forman parte de nuestra vida, pero otras, se cruzan en nuestro camino durante unas cuantas horas, y ya somos incapaces de olvidarlas. Vivir en una persona es formar parte de sus cimientos, es transmitir parte de las ideas propias, de las esperanzas, de los sueños, del futuro, por breve que este sea, de la persona que nos acepta y nos permite colocarnos dentro de su vida, formando parte de sus cimientos.

Podemos cambiar nuestros cimientos, pero a medida que crecemos, como si fuésemos también un edificio al que no le preocupa ya la belleza de su fachada, nos encargamos más de asentar los cimientos y los reforzamos con piezas escogidas que siempre, pase lo que pase, serán personas que formen parte de nosotros mismos… para siempre.