miércoles, 16 de enero de 2008

Velas


Se han puesto de moda las velas. Tras años de abandono en beneficio de la electricidad, ahora es difícil encontrar un hogar donde no haya una vela que luce por y para muchos diferentes motivos

La vida de la vela es sencilla... simplemente, tras ser fabricada, “nace” justo cuando se enciende, y es justo en ese momento, cuando la vela encuentra la razón de su propia existencia...

Algunas veces, jugamos con su razón de ser, con su motivo de existir, y nos empeñamos en apagarla y encenderla una y otra vez, a nuestro capricho. Otras, simplemente las olvidamos en un rincón y sólo la casualidad nos ofrece la oportunidad de darles uso.

Pero lo más lógico, lo más extendido, lo más común, es encenderla... Cuando la luz del día es fuerte, cuando nos sentimos seguros de nuestros pasos.... es cuando la luz de la vela, la misma vela, pese a estar encendida, pasa totalmente desapercibida... pero es al caer la oscuridad, cuando la noche nos roba la luz y las sombras invaden no sólo los rincones, cuando nos aferramos a la tenue y decrépita luz de esa vela para que nos ilumine o nos conforte, para que nos traiga paz y sosiego dejando los miedos, como cuando éramos niños, tras de nosotros... es una vela de pobre luz, despreciada mientras nos sentíamos seguros, es deseada cuando las cosas no nos resultan tan fáciles, cuando no encontramos lo que necesitamos o simplemente, para que su luz, como hemos oído tantas y tantas veces, nos ilumine, aunque sea lo justo, para evitar cualquier grave percance.

La vela, sin valorar si hay claridad o penumbra, siempre está ahí, dándonos su luz sin pedirnos nada a cambio... Su luz, posiblemente triste, humilde, pobre, temblorosa, e incluso a veces nos parecería fría, es todo lo que muchos nos encontramos cuando la negrura nos envuelve y su tenue resplandor, evita el golpearnos más de lo debido con todas las cosas que hemos ido acumulando a nuestro alrededor.

A medida que pasa el tiempo, la vela, iluminando todo lo que es capaz, va cumpliendo su misión y pronto, el uso la roba la atracción geométrica con la que fue fabricada... pierde su esbeltez y gana deformidad con las lágrimas de cera derretida que terminarán por cubrirla...

Un día, reparamos nuevamente en esa vela que lleva tanto tiempo encendida que apenas nos damos cuenta de que sigue alumbrando nuestras tinieblas... y es entonces cuando reparamos en que el pábilo se agota... la cera se ha consumido... su luz se termina... pronto llegará el día en que la vela se haya extinguido y habrá estado toda su existencia junto a la nuestra, intentando poner luz a nuestro alrededor...

Siempre inalterable al paso del tiempo, su luz, muy posiblemente pobre y escasa, pero tenaz y persistente, siempre ha estado iluminando a pesar de que la mayoría de las veces, me dejaba guiar por ella, aun pensando que era el sol quien iluminaba mis pasos.

5 comentarios:

Isabel dijo...

Esa luz que vemos y que tantas veces no valoramos,es la luz de siempre,para siempre;un símbolo de iluminación interna y no sólo externa.
Es el deseo de mantener claridad en todas nuestras facetas diarias.
A mí ,personalmente,me encantan las velas y su luz,incluso desde que era pequeña;en esos momentos cuando la luz se iba a veces,siempre miraba con fascinación esa pequeña llama que mantenía mi tranquilidad.Bonito post,Pablo,muy hermoso.Un abrazo.

la danza de la vida dijo...

Yo creo que siempre han estado muy presentes en todas las culturas, solo que ahora también se usan como motivos para decoración, aunque nunca han perdido su asociación con la luz. Hace poco leía que para los antiguos místicos la vela era una metáfora del ser humano, la base de la cera representaba el cuerpo físico, la mecha la mente, y la llama el espiritu o el alma... Yo las enciendo con cualquier motivo, pese a haber tenido casi casi que llamar a los bomberos en alguna ocasión, ahora mismo mientras estoy escribiendo esto la llama de una vela funde su cera en mi humilde y pequeño altar....Me encanta la luz de las velas un beso Buho, y que siempre en tu camino haya una luz alumbrando tus pasos.....

Anónimo dijo...

es algo mágico el encenderlas...también disfruto apagándolas,,,cuando están sobre una tarta de chocolate

muack

Mandarina azul dijo...

A mí, de pequeña, las velas me provocaban una extraña mezcla de fascinación y miedo.
Y ahora... creo que también.
No tengo ni idea del motivo, Búho. ¿Quizá porque las asocio a la oscuridad más que a la luz? Pero, ¿por qué?. Misterio.

:) Un abrazo.

josé lopez romero dijo...

Me agradó sorpresivamente esta curiosidad de hablar sobre las velas. Es verdad todo eso y mucho más, pensando en que algunos venimos de ese tiempo indefinido o de transición donde estos elementos eran muy comunes, precisamente en el campo, a falta de faroles que solían fallar. Las velas no, su fidelidad ha sido puntual, insobornable y rotundamente eficáz, hasta rodeadas de cierta fascinación que se renueva a veces en auxilio de la gran tecnología desdesperada.